En una época no muy lejana, las invitaciones para celebrar el día del periodista debían tener agenda, venían de todos lados, todos los sectores querían tener una atención con ese gremio tan “importante”, pero, sin lugar a duda, había una invitación que todos esperaban y que nadie quería perderse, era la invitación al “Desayuno de monseñor”, y era en la propia fecha, 9 de febrero, no importaba si caía sábado, domingo o festivo, esa fecha hacía parte importante de la agenda de monseñor Jaime Prieto Amaya, es más, supe de buena fuente, que en las reuniones diocesanas que se hacían antes de finalizar el año, para agendar las actividades del año siguiente, el 9 de febrero estaba marcado en negrilla, de esa actividad se ocupaba el señor obispo personalmente.
Esos desayunos quedaron en la memoria de los periodistas de aquella época, la celebración iniciaba con una misa en la capilla del palacio episcopal, un espacio de reflexión donde monseñor siempre hacía una disertación de la importancia del oficio del periodista en la región, con mucho cariño pero con franqueza, muchas veces nos “jalaba las orejas”, siempre reconoció el valor de los comunicadores y periodistas, invitaba a estar siempre del lado de la comunidad, reflexionaba e incentivaba a los periodistas para que se convirtieran en mediadores entre la comunidad y la solución de sus problemas, unas homilías cortas pero llenas de mucha reflexión.
Al terminar la ceremonia, invitaba a pasar a manteles, era ahí cuando se escuchaba en voz baja algún colega decir “a lo que vinimos” y no era Alberto Santacruz, él sería incapaz de decir algo así.
Recuerdo que salíamos de la capilla hacía el comedor, un comedor muy grande donde cabíamos todos, y estoy hablando que la convocatoria reunía a más de cincuenta colegas. Con una fraternidad que caracterizaba el momento, cada quien iba tomando su asiento, en la mesa se observaban los platos con pan y queso. En ese instante aparecían las hermanitas Nancy y Alba Luz con el manjar tan anhelado, un delicioso tamal santandereano y una buena taza de chocolate, delicias sagradas para el paladar.
Al finalizar la jornada y ya con el estomago lleno, sin lugar a dudas quedábamos con el corazón contento.
Monseñor Jaime Prieto Amaya, siempre fue amigo de la prensa, sabía de la importancia de la libertad de expresión, sabía que llegar a la comunidad con la información objetiva siempre iba a ser una lucha constante, conocía muy de cerca las dificultades que tenía cada colega para ejercer su oficio, en esa época no era fácil cubrir las noticias, el orden público era un verdadero “desorden público”, en varias ocasiones monseñor tuvo que pedir a los grupos armados que respetaran el trabajo de los periodistas.
Es que en aquella época estaban todos los grupos armados en Barrancabermeja y la región, legales e ilegales, y monseñor nunca le tembló la voz para decir la verdad a quien tuviera que decírsela, para los periodistas, monseñor Jaime Prieto Amaya, era la principal fuente, sobre todo en temas de orden público, cuando alguien tenía que decir lo que estaba pasando en Barrancabermeja y la región, era el obispo quien lo decía.
Los periodistas de Barrancabermeja y la región, siempre recordaremos con cariño a monseñor Jaime Prieto Amaya, fue amigo de la prensa, defensor de los Derechos Humanos, un gran guía espiritual, recordaremos sus chistes, su particular forma de inclinar la cabeza hacía un lado cuando daba una entrevista, poniendo en apuros a los camarógrafos, muchas anécdotas quedaron en el recuerdo, cada colega vivió experiencias particulares, pero sin lugar a dudas lo que siempre recordaremos todos, cada nueve de febrero, será: “el Desayuno de Monseñor”.
recordando «El Desayuno de Monseñor Jaime Prieto Amaya» pic.twitter.com/ToDGdwEQpx
— Barrancaberm Virtual (@BcaVirtual) August 4, 2020
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BLANCA ISABEL HERRERA, periodista y comunicadora social.
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