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«Barrancabermeja sí tiene hijos de los que podemos sentimos orgullosos», dice Andrés Sampayo, columnista de Barrancabermeja Virtual.

El doctor, Andrés Miguel Sampayo Navarro, columnista de Barrancabermeja Virtual, profesor de la Universidad del Rosario en Bogotá, pero especialmente un barranqueño que ama entrañablemente a su tierra, una vez más nos confirma que Barrancabermeja si tiene hijos de los que podemos sentirnos muy orgullosos por sus logros personales y profesionales.

 

Así las cosas, logró una entrevista con Pablo Montoya Campuzano, un músico, filósofo y literato barranqueño con estudios en la Universidad de la Sorbona en París (Francia), actualmente radicado en Medellín como profesor asociado del Departamento de Literatura de la Universidad de Antioquia. Para el doctor Andrés Sampayo estos son ejemplos de vida que pueden servir de guía a muchos jóvenes en Barrancabermeja.
 

 

Pablo Montoya, un barranqueño exitoso, ejemplo de vida.
(Por: Andrés Miguel Sampayo).

 

Pablo Montoya Campuzano nace en Barrancabermeja un día de1963, realizó estudios de música en la Escuela Superior de Música de Tunja, luego, Filosofía y Letras en la Universidad Santo Tomás de Aquino, años después se fue para París donde hizo una maestría y un doctorado en Literatura Latinoamericana en la Universidad de la Sorbona, actualmente es profesor asociado del Departamento de Literatura de la Universidad de Antioquia en Medellín y de lejos es el pensador literario más importante que ha dado Barrancabermeja, el Magdalena Medio y podría asegurar que hasta Santander y Antioquia.

 

¿Cómo conocí a Pablo?

La historia comienza en el año 2006 cuando Óscar, mi hermano menor y mi papá, los dos amantes de las artes y la literatura, cansados de ver a los políticos barranqueños corruptos, y que no son ejemplo para la sociedad local, (actualmente la situación sigue igual), empezaron a preguntarse, será que en Colombia no hay barranqueños y barranqueñas de los cuales nos sintamos realmente orgullosos, y con esa premisa empezaron la búsqueda de esos paisanos.

Mi hermano, que estudiaba Ciencias Políticas en ese entonces en la Universidad de Antioquia, empezó a preguntar si había profesores barranqueños, y, cómo buscando una frase que no subrayó y que le gustó en un libro, encontró a Pablo. Después de encontrarlo, mi hermano le propuso a mi papá que lo invitáramos a Barrancabermeja para que hiciera una serie de conversatorios en la ciudad y así fue, dos días con sus noches estuvo Pablo conversando y leyendo sus historias en Barrancabermeja.

Y yo, en el verano de 2010, mientras Pablo con su novia pasaba su año sabático en París, llegué con mi novia y pasamos 5 días en su apartamento, días donde hablamos de literatura, de Francia, de Medellín, de Barrancabermeja, de Colombia.

Pablo ha publicado la novela «Lejos de Roma» en la Editorial Alfaguara, el libro de ensayos «Adiós a los Próceres» en la Editorial Grijalbo sello que hace parte de Mondadori y Libros de Cuentos, Ensayos y Crónicas en las editoriales de la Universidad Eafit, de Antioquia, Tragaluz o Sílaba, como: Cuentos de Niquía (1996), La sinfónica y otros cuentos musicales (1997) Habitantes (cuento, 1999), Viajeros (prosa poética, 1999), Razia (cuento, 2001), La sed del ojo (novela, 2004), Música de pájaros (ensayo, 2005), Réquiem por un fantasma (cuento, 2006), Cuaderno de París (prosas poéticas, 2007), Trazos (prosa poética, 2007), Lejos de Roma (novela, 2008), Sólo una luz de agua: Francisco de Asís y Giotto (prosa poética, 2009), Novela histórica en Colombia 1988-2008: entre la pompa y el fracaso (ensayo, 2009), El beso de la noche (cuento, 2010), Adiós a los próceres (cuento, 2010), Los derrotados (novela 2012), Literatura y ciudad (ensayo, 2012), Un Robinson cercano, diez ensayos sobre literatura francesa del siglo XX (ensayo, 2013).

 

Andrés Miguel Sampayo: ¿Qué recuerda de su infancia en los años sesenta en Barrancabermeja?

Pablo Montoya: No tengo ningún recuerdo, a pesar de que me llevaron a Medellín poco antes de cumplir tres años. Pero hay una serie de impresiones sensoriales que me asedian cada vez que voy a Barrancabermeja, lo cual me hace pensar que más allá de la memoria consciente algo esencial me vincula con esa ciudad.
 

AMS: ¿Después que su familia se fue de Barrancabermeja en 1966, regresó a Barrancabermeja en su adolescencia, o volvió muchos años después?

PM: Pasé por Barrancabermeja en 1983. Iba de paso para el Parque Tayrona con Myriam Montoya, que era mi novia en ese entonces en Medellín. Atravesamos la ciudad en la madrugada y sentí que la atmósfera húmeda y caliente me lamía por todas partes. Luego de mi larga estadía en París y mi regreso a Colombia he ido varias veces a participar en eventos literarios.

 


 

AMS: ¿Tiene amigos y amigas en Barrancabermeja?

PM: Tengo dos amigos entrañables que los conocí cuando fui músico en Tunja en la década del 80. Ellos son Rafael Veláquez y Henri Eljure. Ambos son como hermanos y nos convoca esa complicidad propia de los tiempos precarios y rebeldes. Igualmente conocí en la misma ciudad a Rafael Barragán con quien nos unía en aquel entonces la simpatía por el cine y la escritura. Barragán tenía o tiene un gran talento para la escritura, pero decidió dedicarse a la enseñanza de la lingüística. Luego conocí a los Sampayo, a Miguel y a su hijo Oscar, luego a ti, quienes se acordaron de que yo era barranqueño y me hicieron un homenaje que para mí sigue siendo inolvidable. Y luego, por los asuntos del colegaje literario, conocí a Nahúm Montt, a Enrique Serrano y a Andrea Cote Botero.
 

AMS: ¿Cuándo piensa de Barrancabermeja, qué se le viene a la cabeza?

PM: Se me viene el agua. El río y su red de ciénagas. Se me viene una necesidad maravillosa e impostergable de tomar agua.

 

 
AMS: Vivió en el París de los años noventa, un país que entre el 90 y el 95 fue gobernado por Mitterrand que pertenecía al Partido Socialista de Centroizquierda y la otra mitad de la década y gran parte de la primera década del siglo XXI fue gobernada por Chirac y la UMP, partido unitario de centroderecha al servicio del presidente, ¿cómo era en ese entonces Francia, percibió ese cambio ideológico?

PM: Puedo hablarte más de París, que es Francia pero no toda Francia. Ni quisiera podría decirse que París representa la Francia literaria y mucho menos la política. Esos cambios de la izquierda a la derecha francesa, desde Mitterrand hasta Hollande no son, en realidad, muy notorios. Todos han sido demócratas necesariamente presionados por las tendencias económicas neoliberales. Lo que parecía diferenciar a los presidentes de derecha o de izquierda y sus gobiernos en la Francia de los años noventa, a mi juicio, era su discurso con respecto a los inmigrantes. Con Mitterrand nos sentíamos un poco más tranquilos que con Chirac. Lo cual no quiere decir que Mitterrand haya sido un santo. Hoy ya sabemos, por ejemplo, de la terrible responsabilidad de su nombre y su gobierno con el genocidio en Ruanda.

Creo, pero esta es una mirada muy aproximativa y general, que ahora pasa algo parecido con respecto a la llegada de Hollande sucedido del período xenofóbico de Sarkozy. Francia, en realidad, es un país paradójico. Pregona por todas partes su universalismo, que proviene de los principios de la Ilustración y la Revolución de 1789, pero está surcada de movimientos e ideologías profundamente racistas y xenofóbicas. Y quizás esto es lo que la hace, como nación, tan interesante.

Con todo, tu pregunta me hace recordar una inolvidable lección histórica que me dio Francia en 1995 cuando el primer ministro de Chirac, Alain Juppé, quiso privatizar la seguridad social y atentar contra los derechos a la jubilación de los trabajadores de ese país. Pues bien, el país se paralizó completamente durante el otoño.

Creo que esas impresionantes huelgas, las más importantes después de mayo del 68, duraron entre uno y dos meses. Hubo todo tipo de protestas y cada semana se unía un sector nuevo que caldeaba más el ambiente. Yo me la pasé todo ese tiempo, en el apartamento de las afueras de París, sin ir a clases, sin poder dar mis cursos de español, sin poder moverme de la municipalidad de Antony.

Al cabo de ese movimiento social el Plan Juppé se fue abajo y los derechos de los trabajadores permanecieron. Pero cuando te hablo de la gran lección quiero decirte que sucedidas esas jornadas febriles, el balance dejó heridos, encarcelados, pérdidas económicas, pero ningún muerto. Desde entonces Francia, comparado con la Colombia de entonces, llena de masacres y desaparecidos, me pareció un país más que ejemplar, casi increíble.

Siempre me he sentido feliz de haber podido presenciar de cerca, es decir, desde la tribuna ocupada por un pobre estudiante colombiano en París, estas portentosas manifestaciones populares.
 

AMS: Gourevitch en un ensayo sobre el perfil de Sarkozy, publicado en la revista peruana Etiqueta Negra en marzo de 2013, escribió: En Francia «desde décadas antes de que la crisis actual hiciera dolorosamente real el miedo a la decadencia nacional, los franceses han sufrido la agonía de la duda en sí mismos, cuestionando no sólo la identidad nacional, sino también sus posibilidades de supervivencia.» Y cuando estuve allá noté ese pesimismo constante en su población, viven en una nostalgia permanente de lo que fueron y ya NO son, Francia hoy en día es un país embobado con su «glorioso pasado». Así lo considera el autor del perfil.

¿Pablo, usted cree qué es cierta esa afirmación?

PM: Creo que todos los países necesariamente, y en eso consiste el fenómeno de las naciones entre otras cosas, deben sentirse orgullosos de su pasado. Los franceses de su revolución del 14 de julio y de otras tantas jornadas estrepitosas que a ellos les parecen gloriosas. Por otra parte, es difícil desprenderse de la imagen glamurosa que la Francia imperial ha dejado regada por todas partes: desde la literatura y las bellas artes hasta la ciencia y las estructuras geopolíticas del mundo contemporáneo. Pero es verdad también que Francia es un país en decadencia que vive hace años con el fantasma de la debacle que le roe progresivamente su alma y su cuerpo. Hay una literatura y un cine, por ejemplo, que da testimonio de ese miedo y ese cansancio y esa incredulidad en antiguas proezas.

Pero la Francia que yo viví fue la Francia de los inmigrantes latinoamericanos, que estaba atravesada de solidaridad y de soledad; y la Francia de los estudiantes universitarios latinoamericanos, estimulada por la curiosidad intelectual y la curiosidad sexual, y que intentaba, a como diera lugar, sobrevivir en medio de una ciudad como París, que es, desde ese punto de vista, implacable, demoledora, casi inhumana. Y en ese medio, no había mucho tiempo para pensar en los pesimismos franceses que existen desde los tiempos de Montaigne, de Voltaire, de Flaubert, de Baudelaire, de Rimbaud, de Céline y otros más.

Lo que te quiero decir, entonces, es que antes de ir a Francia, y leyendo a sus escritores, yo ya sabía algo de esas decepciones que suelen vivir los ciudadanos de antiguos imperios. Ahora bien, es verdad que luego de tener un presidente como Pompidou o como Mitterrand o incluso como Chirac, y caer en manos de Sarkozy, eso deprime a cualquiera.
 

AMS: La Sorbona, universidad donde por sus aulas pasaron los escritores Georges Perec y Simone de Beauvoir, y lugar donde se aglutinaron un grupo de estudiantes un viernes 3 de Mayo del 68, para protestar en contra del sistema universitario, en ese mes de Mayo de huelgas y protestas espontáneas en París, ahí usted estuvo haciendo su doctorado, ¿Qué profesores recuerda? ¿Se siente en las aulas ese pasado rico intelectual que acompaña a la Sorbona?

PM: La maestría y el doctorado que hice en París fue en Estudios Hispánicos y Latinoamericanos en la Universidad de la Nueva Sorbona / Paris 3. Tuve profesores que recuerdo entrañablemente. Claude Fell que me enseñó mucho sobre literatura latinoamericana, particularmente sobre la literatura de México, aunque Fell era un maestro que parecía conocerlo todo en el ámbito de las letras y la política en América Latina.

Tuve a Saúl Yurkievich, argentino, poeta y ensayista prominente, cuyos cursos sobre Cortázar y Borges fueron memorables.

También a François Delprat, especialista en Venezuela, cuyos cursos sobre Carpentier y Pietri siempre recuerdo con mucha gratitud. Además, como mi investigación doctoral era sobre música y literatura, tuve la buena oportunidad de asistir a las clases de Françoise Escal, en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París que me despejaron el camino para realizar mi tesis sobre Carpentier y la música. En sus cursos, que eran divertidos y enciclopédicos, asistían jóvenes investigadores que luego darían mucho de que hablar. Entre ellos estaba Esteban Buch, el gran musicólogo argentino que ha escrito sobre las relaciones de política y música en compositores como Beethoven y Alban Berg.
 

AMS: En París conoció a Roberto Bolaño el escritor más importante que ha dado Latinoamérica después de los siempre famosos y sospechosos del boom. En una historia que usted títuló: ‘Mi encuentro con Bolaño’, describe como ‘Bolaño me miró con falsa amabilidad.’ Usted lo respetaba pero no lo admiraba, qué sintió de tener por unos minutos a esa leyenda de las letras?

PM: A Bolaño empecé a leerlo cuando todavía no era el fenómeno literario que más tarde sería. Primero leí algunos de sus cuentos que me gustaron mucho y me lanzaron a «Estrella distante», a «Monsieur Pain», a «Nocturno de Chile» y, finalmente, a «Los detectives salvajes». Estas lecturas, recuerdo, fueron intensas y emocionantes. Luego he vuelto sobre Bolaño, ya con más años encima y más lecturas y con la reducción del entusiasmo que significa en cierta medida atravesar la áspera década de los cuarenta años, y Bolaño me ha gustado mucho menos.

Creo que es Jorge Volpi quien dice que «Los detectives salvajes» es un novela propia para lectores jóvenes, en todo caso para menores de cuarenta años. A la postre creo que Volpi tiene razón. Pasado el primer período de mi acercamiento a Bolaño, este escritor viajó a París a presentar sus primeras novelas publicadas en Francés.

Tuve entonces la posibilidad, un poco ingrata, de escucharlo. Porque el Bolaño que habló aquella vez en la Casa de América Latina fue un escritor arrogante, arisco y desdeñoso. Quizás estaba enfermo y pasaba por una de sus crisis hepáticas, vaya uno a saber. En todo caso, lo que sucedió allí fue más bien un desencuentro.

Recuerdo que, ante el desaire de Bolaño por una pregunta mía que le pedí con todo respeto información, y esto pasaba en el coctel, entre él y yo y un amigo peruano que nos había presentado, por la manera en que Lalo Cura llegaba a Medellín en uno de sus cuentos más impresionantes, salí de aquella casa, triste de que ese encuentro tan esperado por mí se hubiera malogrado. Pero, en fin, Bolaño ya era Bolaño, el fenómeno que ahora atraviesa el mundo un poco vertiginosamente y yo era un simple lector sorprendido por su obra.
 

AMS: Trayendo una pregunta de la novela de Chesterton «el Hombre que fue Jueves» ‘¿Cree usted realmente –cómo preguntó Syme al policía– que haya una relación tan estrecha entre el crimen y el intelecto moderno?’. Esta pregunta la traigo a colación a propósito de sus libros «Los Derrotados» y «Adiós a los Próceres».

PM: Es evidente que vivimos en sociedades criminales. Es posible que esta relación formulada por Syme sea algo más propio del siglo XX que de otras épocas, y por ello se haya disparado el fenómeno de las novelas negras o policiacas que hoy ha llenado casi todas las literaturas del mundo. Pero yo creo que las sociedades humanas, a lo largo del tiempo, han estado fundamentadas en el crimen. Todas, hasta el siglo XXI, se han nutrido, por ejemplo, de la esclavitud. Todas han sido racistas y han cometido contra los otros periféricos excesos nefastos.

En la edad Media, la Iglesia fue ante todo la gran organización criminal de la civilización europea. Lo siguió siendo, es verdad, en el Renacimiento y aún todavía muchos de sus jerarcas o son criminales embozados o amparan a los criminales.

El siglo XVI que, se nos ha dicho, fue el siglo de la gran pintura y la gran arquitectura y los grandes viajes transatlánticos, fue, en realidad, uno de los siglos más asesinos de todos los tiempos. Y de allí para acá, ya sabemos, guerras interminables, genocidios que no paran, lobos criminales siempre gobernando el destino de sus cómplices ovejas. Mejor dicho, el modus operandi, desde los antiguos hasta los posmodernos, tiene en la vejación, en el delito y la infamia sus mayores pilares. Y todo ello parece ser como un simple rasgo de la condición humana.
 

AMS: ¿Qué escritores o escritoras lo han influenciado?

PM: Vamos por parte. En mis primeros libros, aparece mucho Carpentier y Cortázar. Luego, le debo mucho a Borges, a Calvino, a Kafka. Después, con mi paso por Francia, me influyen Camus, Yourcenar, Quignard.

 
AMS: ¿Qué le gusta escribir más: ensayo, cuento o novela?

PM: He escrito más cuentos que otra cosa. Y poemas en prosa, Pero ahora estoy en un periodo en que me interesa más el ensayo y la novela. Cuando entro en cada género, me siento bien en él, aunque me siento todavía mejor cuando paso de un género a otro y siento que de algún modo los transgredo.
 

AMS: Leí este comentario sobre su escritura: «La literatura de Montoya es como un caracol, es lenta y se recoge sobre sí misma, nace en la literatura y muere en ella, no sale a recorrer las calles de Medellín, calles que deberían ser propicias para la gran literatura». El comentario anterior creería que hace referencia a su novela «Lejos de Roma», pero, si tomamos de referencia a sus ensayos y crónicas, esa lentitud desaparece y la emoción en las letras, en los párrafos, en la historia, es una constante, por ejemplo, no pude soltar hasta terminar de una sola sentada «Música de pájaros». ¿A qué se debe ese cambio de estilo? … ¿Por qué sus novelas son densas y sus ensayos son más emocionantes?
 
PM: Cada vez más estoy seguro de que la literatura es un fenómeno completamente literario. Es decir, que la literatura debe nacer y morir en la literatura. Ahora bien, no sé por qué se me pide salir a las calles de Medellín, si casi todos los días las recorro y las he recorrido tantas veces que he terminado escribiendo también sobre esta terrible ciudad innovadora. Se ve claramente que la persona que ha hecho este comentario no conoce mis libros. Tampoco considero que la lentitud sea un mal signo.

Justamente lo que me interesa ahora es la lentitud, en la lectura, en la escritura, en la vida. La verdad, por otra parte, es que no sabría contestar el por qué mis ensayos pueden parecen más emocionantes que mis novelas. Yo creo que eso depende del lector. En todo caso desde que empecé a escribir mis cuentos musicales y mis prosas viajeras, comprendí que lo fundamental en literatura es la búsqueda de un estilo. Lo demás, las calles de Medellín y lo supuestamente grandioso que pueda pasar en ellas, es del todo secundario.
 

AMS: Ahora usted es profesor de la universidad de Antioquia y dirigió por un tiempo el Doctorado en Literatura, ¿Cómo llegó a convertirse en profesor asociado allá, y ser un referente de la institución?

PM: En 2002 se me acabó un contrato ocasional como lector en español que tenía en la Universidad de Marne La Vallée, en las afueras de París. Algo se presentó en la universidad de Besançon, pero al mismo tiempo concursé en la Universidad de Antioquia para ser profesor y gané el puesto. Me acababa de separar y sentía que mi vida necesitaba un cambio completo. Llegué a Medellín el mismo día en que se posesionó Álvaro Uribe y no sabía que me esperaba una transformación tan radical en la ciudad en la que el paramilitarismo y el narcotráfico terminarían siendo algo así como rasgos identitarios de sus habitantes.

También regresé porque estaba seguro de que mi futuro como escritor e intelectual tenía más posibilidades de concretarse si residía en Colombia y no en Francia. No ha sido fácil para mí vivir en Medellín, ciudad a la que odio y quiero al mismo tiempo. Pero aquí he publicado mis libros, he hecho una nueva familia, y desde aquí, con las garantías que me ofrece mi puesto como profesor de literatura de la Universidad de Antioquia, he logrado hacer también un trabajo de investigación y crítica literaria que intenta aportar un poco al confuso y abigarrado panorama de nuestra literatura.
 

AMS: Pablo, ¿Qué libros nos trae pare este año: novelas o ensayos?

PM: Acaba de salir mi libro «Un Robinson cercano, diez ensayos sobre literatura francesa» en el Fondo Editorial Eafit. Es una recopilación de los ensayos que publiqué en los últimos años en la Revista Universidad de Antioquia. También saldrá, por fin, mi tesis doctoral en La Carreta Editores. «La música en la obra de Alejo Carpentier» es, en rigor, un libro sobre literatura comparada en donde confluyen, a su modo, esas dos pasiones mías: los sonidos y las letras.

 

AMS: Gracias Pablo y por favor algunas palabras finales para esta entrevista.

 

PM: Agradezco que te hayas ocupado de mí, de mi vida y de mis libros y que puedas compartir estas consideraciones con los lectores de Barrancabermeja. Te mando un abrazo afectuoso.

 
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Entrevista realizada por el doctor, Andrés Sampayo Navarro, columnista de BARRANCABERMEJA VIRTUAL al escritor barranqueño Pablo Montoya Campuzano el día domingo 7 de abril de 2013.

 

 

 

 

 

 

 

 

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