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Cuando la radio se quedó sin Ángel.

Por: Daniel Barba Llanes.

 

Luís Ángel Chavez Obeso llevó una vida controvertida. Pero nadie puede negar que tuvo valor cuando se mantuvo hasta el final en una decisión que pocos se atreverían a ejecutar. Calculó la hora, el sitio, y hasta sugirió la ropa que debería llevar como mortaja el día en que decidió quitarse la vida. Actuó con tanta frialdad que no dejó al azar ningún detalle: de qué manera moriría, cómo esperaba que lo sepultaran y en claro que ese acto fue una decisión suya, voluntaria y unilateral.

 

Era tan contundente el mensaje, que las autoridades judiciales ni siquiera decidieron iniciar investigación alguna, pese a que fue una muerte con arma de fuego ocurrida en uno de los sectores más neurálgicos de la ciudad en la época en que la guerrilla mandaba en el Nororiente de Barrancabermeja, donde vivía “Lacho” como cariñosamente le decían sus colegas de la radio.

 

Una carta escrita en una vieja máquina brother eléctrica despejaría cualquier duda. El encabezado de la hoja membreteada con el nombre tipografiado de Luís Ángel Chávez Obeso Publicidad.  Debajo del membrete y en la parte superior izquierda de la hoja tamaño carta se ve escrito a máquina la hora en la que empezó a redactarla: marzo 14, 4 de la mañana. Y el párrafo que encabeza la carta es desalentador.

 

“Pido excusa por la fatal determinación pero los sufrimientos que venía padeciendo, eran insoportables cada día cada noche era de grandes sufrimientos, los primeros días acompañados y después prácticamente abandonado» (sic).

 

A partir de ese momento comienzan a desatarse diferentes versiones sobre la muerte de Chávez. Algunos aseguraron que lo obligó una enfermedad terminal. Otros en cambio le atribuyeron a una precaria situación económica.

 

La comunidad no entendía el por qué Luís Ángel Chávez Obeso, un veterano locutor oriundo de Tamalameque, Cesar; tomó tan fatal decisión. Tenía todo para ser considerado una persona feliz: Era dueño de un carisma sinigual. Contaba con una gran sintonía en las emisoras donde tenía la oportunidad de animar y con muchísimos seguidores de sus programas de radio en los que animaba al son de las rancheras y los vallenatos y a quienes entretenía con sus ocurrencias y el lenguaje coloquial con el cual se dirigía a sus seguidores. En persona se le veía siempre sonriente. Su piel cobriza y figura delgada eran inconfundibles. Como también el saludo que utilizaba y que terminó siendo su impronta:

Qiubo pelaito.

 

Tan consciente era de la gravedad de su decisión que incluso planteaba el infierno como destino, una vez expirara el alma. Y es entendible que haya barajado esta opción, teniendo en cuenta que según la creencia popular, Dios le da al hombre la vida y le fija los días de su existencia y quitársela, como lo hizo Chavez, es una afrenta que castiga arrojando el alma del suicida al infierno para que se atormente por toda la eternidad. La suya era una obstinada obsesión que cristalizó hasta el final.

 

No descuidó ningún detalle. Hasta le evitó sofocos a su hermana entrañable, Teresa, cuando dejó en claro en su carta que el arma utilizada para quitarse la vida, que era de ella, había sido adquirida legalmente en el Batallón Nueva Granada.

 

Con Teresita compartió la vocación de servir a través de los medios de comunicación. Él, animando en sus programas de radio matizados con rancheras y vallenatos y ella en la reportería.  Teresita era el caso contrario de Luis Ángel, una mujer seria y silenciosa, de cuerpo menudito y frágil. Aunque guardaba un secreto develado y misterioso, era propietaria de esa arma que utilizo Chávez para suicidarse el 4 de marzo del año 2000 en su residencia ubicada en la carrera 34 D con calle 52 A del barrio Primero de Mayo. Pero era claro que Lacho no quería por ningún momento involucrarla, en eso fue muy meticuloso en la carta:

 

 «El revolver que he utilizado era de Teresita, ojalá no vaya a tener problemas. Tiene documentos, fue comprado en el nuevo Granada».

 

No se supo si Teresita era conocedora de la decisión de su hermano. Cuando ocurrió su deceso ella se mostró serena, quizás reservó su tristeza en lo más hondo de sus entrañas y la exteriorizó en el rincón de su soledad. Meses después falleció de muerte natural, algunos de los periodistas de la época todavía especulan que quizás tuvo algo que ver con la tristeza por la partida apresurada de Luis Ángel. Su muerte como lo fue también su vida destacaron por su silencio y su sepelio tuvo poca concurrencia.

 

 

Un locutor con número propio.

 

Lacho se había caracterizado por su vocación de servicio y gran sensibilidad humana. Era conocido por sus filantrópicas campañas en favor de los necesitados que iniciaba en la radio, recogiendo fondos cuando la coyuntura lo ameritaba, porque sabía que encontraban eco en los oyentes, quienes respondían positivamente a su llamado.

 

También por su gran humor y carisma que lo llevó a conservar una audiencia propia. A tal punto que  era quien levantaba la sintonía en las emisoras, cada vez que tuvo la oportunidad de emitir sus programas musicales con énfasis en el vallenato y la ranchera.

 

Esa imagen descomplicada y sonriente la vi nuevamente en los archivos del computador del periodista  Diego Waldrón, quien amablemente accedió a cedernos una copia de una foto que conserva en una de las carpetas de su computador. Allí se ve en todo su esplendor: sonriente, con su camisa blanca manga larga y los puños desabotonados, como siempre las utilizó, saludando con el pulgar derecho hacia arriba, portando un sombrero de paja moldeado hacia abajo. El archivo lo tiene identificado como “La Chávez”.

 

Aparte de la fama de locutor, había hecho pública y sin remordimiento su condición de  homosexual.

 

Precisamente serlo no fue óbice para el rechazo o la discriminación; Por el contrario, en Barrancabermeja era casi un ídolo, todo un personaje  al que admiraban y que infundía respeto. También era muy temperamental.

 

Una de las miles de anécdotas ocurrió en la cancha de microfútbol del mítico parque Infantil, ubicando en pleno sector céntrico de Barrancabermeja, cuando en uno de los tantos campeonatos que acostumbraba a organizar en el rectángulo donde funciona la polideportiva, un aficionado había traspasado la raya amarilla que marca el límite de la cancha, obstaculizando el libre accionar de los jugadores. Chávez, cortésmente, le pidió que se retirara. Ante tal petición, el aficionado iracundo le gritó que quien debía retirarse era aquel al que peyorativamente llamó «pobre maricón».

 

Esa dura respuesta encolerizó a Luis Ángel quien de ipso factohizo parar el juego, se dirigió decidido hacia el sujeto con su rostro rígido, mirada penetrante y fiera, increpándolo con dureza:

— «Pobre no soy, maricón sí y reconocido en Barrancabermeja. Te aseguro que no hay uno aquí que no conozca mi c… en cambio usted si es un desconocido, pobre chacarón». La asombrosa respuesta provocó la hilaridad colectiva y los aplausos, ante lo cual el invasor debió retirarse cabizbajo y herido en lo profundo de su orgullo.

 

Su homosexualidad la aprovechaba en las reuniones sociales para bromear y hacer sonrojar a los demás. De hecho, el 13 que usualmente en Barrancabermeja se lo atribuyen a los homosexuales, lo instituyeron como el número de Chávez, que hizo famoso una vez cuando persuadió, desde los micrófonos, a sus oyentes para que anotaran ese número porque «iba a ser el ganador», como así ocurrió extrañamente. Las filas eran largas y las casas chanceras no daban abasto atendiendo a quienes ese día le jugaron a la suerte anotando el número de Chávez y ganaron.

 

La casas chanceras ese día casi se quiebran y sus propietarios obligaron a los vendedores a no aceptar, durante algún tiempo, que los apostadores anotaran otra vez este número.

 

 

Su muerte la sintieron hondamente los barranqueños.

 

El día de su sepelio Barrancabermeja, literariamente, se paralizó, pues una multitud dejó de lado sus labores cotidianas para unirse a la marcha fúnebre, acompañando el féretro en motos y carros hasta el cementerio La Resurrección. Era una interminable caravana de carros y cientos de motos, como nunca se han visto en Barrancabermeja, desfilando lentamente y haciendo sonar interminablemente las bocinas de los vehículos y velocípedos por las calles céntricas de la ciudad, hasta enrumbarse al mausoleo donde descansaría, eternamente, mientras que era despedido por mariachis al ritmo de la «Cruz de madera» y «Nadie es eterno en el mundo», canciones favoritas y que nunca faltaban en sus programas. Entre tanto, el sepulturero, en silencio, iba echando palazos de tierra encima del ataúd que bajaba lentamente al subsuelo rodeado de flores que seguían cayendo así fuera en la tierra que terminó apoderándose del ataúd.

 

Todo lo calculó antes del suicidio, incluso su última voluntad fue la de llevarse de mortaja un pantalón y una camisa blancos, corbata y saco. Quería vestir impecable para encontrarse con su destino. Y así fue complacido. Aún está pendiente que se le cumpla un deseo, «que el ingeniero Jorge Norberto Ferreira, hoy gerente de Aguas de Barrancabermeja, llegue a la Alcaldía porque la ciudad necesita gente de su talante», y así lo dejo expresado en su última carta, ya que era considerado una persona progresista por  Luis Ángel.  Aún no lo ha logrado, pese a que en dos ocasiones lo intentó, pero se vio obligado a declinar ante la escasa convocatoria que logró. Allí empezó a incumplirle la gente a Chavez, aunque es normal que con el paso del tiempo ya nadie se acuerde del afamado locutor.

 

También su carta puso muy tensos a los dirigentes políticos locales de la época cuando se enteraron de un párrafo que se refería a ellos. En su momento admitieron que les causó cierta preocupación y hasta escalofríos.

 

— «Los estaré chequeando desde donde esté, Ayy para quien la embarre» .

 

La foto fue tomada en los estudios de RADIO YARIMA, en donde Luís Angel fue locutor protagonista de inolvidables jornadas radiales. De izquierda a derecha aparecen, don PEDRO SALAZAR BUENO (locutor de la época), LUIS ANGEL CHAVEZ OBESO (Lacho), don GILBERTO JIMENEZ TABORDA (locutor, ex concejal y ex diputado), don SEBASTIAN AYALA ROJAS (propietario de la emisora) y doña MIRIAN DUARTE (gerente de la emisora).

 

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Crónica periodística que forma parte de la colección «Historias de vida en color bermejo», de la autoría del comunicador social, DANIEL BARBA LLANES /  Barrancabermeja, 2.013.

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