El uribismo, el movimiento político que gira en torno a la figura de Álvaro Uribe Vélez, ha demostrado una capacidad inigualable para transformar fracasos evidentes en supuestos triunfos históricos.
A través de una maquinaria propagandística hábil y persistente, han logrado imponer narrativas que distorsionan la realidad, convirtiendo sus fracasos más estruendosos en triunfos inexistentes.
Uno de los pilares más emblemáticos del uribismo es la llamada «seguridad democrática«, una política que, en teoría, buscaba devolver el control territorial al Estado y debilitar a los grupos armados ilegales.
Sin embargo, detrás de los discursos oficiales y las cifras maquilladas, se escondió una de las tragedias más atroces de la historia reciente de Colombia: los falsos positivos.
Los falsos positivos
Más de 6.000 civiles inocentes fueron asesinados por miembros del Ejército Nacional entre 2002 y 2008, durante el gobierno de Álvaro Uribe, y presentados como guerrilleros caídos en combate.
Estos crímenes de Estado son una herida abierta que aún clama justicia, pero que en el discurso uribista se intenta minimizar o justificar bajo la premisa del combate al terrorismo.
Otro ejemplo de la narrativa uribista fue el manejo de la pandemia durante el gobierno de Iván Duque, heredero político de Uribe.
Mientras el país enfrentaba una crisis sanitaria sin precedentes, la falta de planificación, la improvisación y los escándalos de corrupción marcaron la gestión gubernamental.
Las cifras hablan por sí solas: más de 150.000 muertos y una deuda pública que dejó al país financieramente asfixiado. Sin embargo, el discurso oficial intentó maquillar la tragedia, presentando como logros medidas insuficientes y tardías.
La maquinaria propagandística uribista tiene un talento único: convertir sus fracasos más estruendosos en triunfos inexistentes.
— GUSTAVO GONZALEZ GONZALEZ (@tavo2366) January 3, 2025
Gran logro de la seguridad democrática: más de 6.000 falsos positivos.
Ejemplar manejo de la pandemia: 150.000 muertos y un país endeudado hasta el…
La reconstrucción de San Andrés
El caso de la reconstrucción de la isla de San Andrés tras el devastador paso del huracán Iota es otro claro ejemplo de un fracaso convertido en un relato triunfalista.
El gobierno de Duque prometió reconstruir la isla en 100 días, una promesa que no solo no se cumplió, sino que se convirtió en un símbolo de corrupción y negligencia.
Las viviendas prometidas nunca se entregaron y los recursos destinados para la reconstrucción desaparecieron en las sombras de la ineficiencia administrativa.
Acabar con la guerrilla
En cuanto al combate a las guerrillas, el uribismo ha proclamado reiteradamente que logró derrotar a estos grupos armados. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja.
Ningún grupo guerrillero fue completamente desarticulado durante los mandatos de Uribe o Duque, y la violencia armada sigue siendo una constante en muchas regiones del país.
Además, el auge del narcotráfico, los grupos paramilitares y las bandas criminales continúan afectando gravemente la estabilidad económica y social de Colombia.
Percepción por encima de los hechos
El uribismo ha construido su éxito político sobre una base narrativa que prioriza la percepción por encima de los hechos. La retórica triunfalista y el control sobre los medios de comunicación afines les han permitido moldear una versión distorsionada de la realidad, donde cada fracaso se presenta como una hazaña y cada error se justifica con un enemigo externo o con la supuesta ingratitud del pueblo colombiano.
En este juego de espejismos, los datos concretos, las víctimas y las realidades palpables quedan relegados a un segundo plano.
Con el uribismo, lo importante no es lo que realmente sucedió, sino cómo se cuenta. Y el uribismo ha sido maestro en el arte de contar historias convenientes, incluso cuando los hechos contradicen por completo sus versiones.
Colombia sigue pagando las consecuencias de estas políticas envueltas en triunfos inexistentes.
La deuda social, económica y ética que han dejado los gobiernos uribistas es monumental, y la narrativa triunfalista no puede ocultar por siempre los costos reales de su legado de muerte.
Sin embargo, mientras sigan existiendo oídos dispuestos a creer en las versiones oficiales y una maquinaria dispuesta a amplificarlas, los espejismos seguirán siendo vendidos como victorias.
Es tarea de una ciudadanía crítica y consciente desmantelar estas narrativas y exigir responsabilidad, verdad y justicia.
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Fuente: Gustavo Gonzalez Gonzalez en X que puede ser localizado como @tavo2366