Gustavo Arciniegas es un veterano locutor y periodista barranqueño que a lo largo de los últimos 35 años se ha constituido en un símbolo emblemático del micrófono en nuestra ciudad.
Su voz, su estilo y su manera muy particular de narrar las noticias lo han convertido en toda una leyenda de la radio en Barrancabermeja. A mediados de los años 80, alcanzó unos buenos niveles de sintonía, pues tuvo la genial idea de comprarse un confortable automóvil Dodge Dart, le pintó el logotipo de TODELAR y le instaló una antena que le permitía ser una auténtica emisora ambulante.
Por esa época no hubo acontecimiento político, social, deportivo y de orden público que no cubriera desde su ‘transmovil’. Sin embargo, alguna vez, en medio de su agitado afán por ser el primero en ‘dar la chiva’ tuvo problemas, nada menos que, con la gerencia de ECOPETROL porque no quiso revelar el nombre de una ‘fuente’, al final Gustavo ganó y nunca pudieron obligarlo a revelar nada. Aquí les cuento la historia.
A mediados de los años 80, cuando aún no existían los canales locales de televisión y no contábamos con ese ejército de camarógrafos y reporteros que hoy registran el acontecer diario de lo que sucede en Barrancabermeja, ya deambulaba por las calles de nuestra ciudad un experimentado hombre de radio, a bordo de un automóvil Dodge Dart modelo 77, color rojo, con varios logotipos del Circuito TODELAR pintados por todos los costados del vehículo.
Era Gustavo Arciniegas Ocampo, un veterano, locutor, reportero y periodista local que había logrado lo más altos niveles de sintonía en la emisora La Voz del Petróleo, por cuenta de estar recorriendo las calles de la ciudad, de día y de noche, en busca de la noticia.
La estrategia así como sencilla era impactante: Gustavo estaba atento de los eventuales acontecimientos trágicos que ocurrían en la ciudad, además, contaba con muchos amigos que lo llamaban y le informaban de las cosas.
Una vez enterado, encendía su automóvil y rápidamente llegaba al sito de los acontecimientos y desde allí le exigía al operador de la emisora que lo conectara directamente al ‘aire’ para comenzar a transmitir el hecho; entonces el operador, desde el ‘Máster Central’, dejaba sonar unas campanitas a manera de fanfarria, que los oyentes ya identificaban y que causaban un profundo pánico en la ciudadanía (que de antemano sabía, esas campanitas, no sonaban para nada bueno).
De esa manera Gustavo entraba en acción y los oyentes tenían la oportunidad de conocer, al instante, las noticias del momento, todo porque las narraba en vivo, situación que generaba entre la población barranqueña de la época un efecto mediático que lo convertía en todo «un personaje».
El ‘Radio Guía 28’, (como fue bautizado el carro por su propio dueño), llegó a tener tanta fama en Barrancabermeja que cuando se presentaba una tragedia, ya era normal que la gente observara a toda velocidad, en primer lugar a la ambulancia, luego a la radio patrulla de la policía, posteriormente el carro de la funeraria (pues casi siempre eran tragedias que enlutaban a la población) y de último, siguiendo a los tres vehículos, el Dodge Dart rojo de TODELAR, desde donde Gustavo transmitía lo que estaba sucediendo.
Hay que reconocer que, con su estrategia mediática, Gustavo, en los años 80, mantuvo una sintonía que nadie le pudo superar.
En medio de esa extraordinaria popularidad de la que gozaba, una vez, aproximadamente hacia las 7:00 pm, se escuchó por toda Barrancabermeja una fuerte explosión que estremeció a la ciudad.
El ruido, sin duda, provenía de la refinería y todo hacía presagiar que algo grave había sucedido al interior del Complejo Industrial.
Gustavo, por pura casualidad, a esa hora, se encontraba con su ‘Radio Guía 28’ por los alrededores de la Alcaldía Municipal y al escuchar el estruendoso ruido, no dudo en acercarse a la puerta principal de la refinería, ubicada muy cerca, para constatar lo sucedido.
Cuando arribó a la puerta de ECOPETROL, la respuesta no fue otra que la de muchos miembros de la Policía Nacional apostados en el lugar que lo obligaron a retroceder, frustrando así cualquier posibilidad de ejercer en ese lugar su labor periodística.
Sin embargo Gustavo, que siempre ha tenido como base de su formación aquel viejo adagio que dice que ‘el que persevera alcanza’, no se dio por vencido, y dando marcha atrás a su vehículo se dirigió, con sigilo, hacia el sector del muelle, por el edificio de la Policía Nacional, de allí pasó a la llamada ‘antigua Botica’ y en el fondo, en ese mismo sitio, se encontró con una puerta alterna de ECOPETROL, que es una entrada solitaria y discreta, que muy pocos conocen, pero que da directamente al río Magdalena y de ahí al interior de la refinería.
La sorpresa de Gustavo fue grande, porque pudo comprobar que el encargado de la seguridad resultó ser, no solo un viejo amigo, sino un fiel oyente que se emocionaba con las noticias que a diario él, desde su ‘Radio Guía 28’, transmitía a toda su audiencia.
Pero más grande aún fue su sorpresa, cuando en un acto de campante irresponsabilidad, el vigilante de ECOPETROL le abrió las puertas de par en par y con una insólita tranquilidad le dijo: — ‘usted puede seguir y cubrir para la radio todo lo que está sucediendo pero con una sola condición, jamás vaya a decir que yo fuí el que le abrió la puerta, porque si se llega a saber a mi me echan de la empresa’ —
ECOPETROL, empresa muy organizada y responsable, siempre ha sido muy cuidadosa a la hora que se presentan estas tragedias, por lo que no se permite, al momento de una conflagración, bajo ninguna circunstancia, la presencia, al interior de la refinería, de personas extrañas, especialmente por la peligrosa y altísima volatilidad de los combustibles que pueden, sin duda, generar una tragedia de incalculables consecuencias. Eso lo sabe todo el mundo en ECOPETROL.
Gustavo, al comprobar que no existían cámaras de seguridad que registraran su entrada, le dijo al amigo: — ‘trato hecho’—.
Inmediatamente el celador, desbordado en una frenética locura le dijo: — ‘fresco marica, siga derecho que yo aquí me quedo en la puerta escuchándolo por la radio’ — , (exhibiéndole orgulloso, de paso, un pequeño radio de esos que funcionan con baterias). Luego, cerrando el compromiso con broche de oro, le dio una orden terminante: — ‘eso si, marica, póngale verraquera a la vaina’ —.
A los cinco minutos, de manera increíble, Gustavo Arciniegas Ocampo estaba solo, absolutamente solo, al interior de la refinería, a menos de 100 metros de la planta desde donde se originaba la tragedia, protagonizando lo que nadie en toda la historia del Complejo Industrial había hecho en los 70 años de la industria petrolera en Colombia: transmitiendo en vivo y en directo para toda la comarca los detalles de una conflagración.
Rápidamente ubicó el carro en un sitio desde donde podía observar el peligroso desarrollo del incendio, de inmediato, con una apresurada velocidad conectó el micrófono, hizo sonar la fanfarria musical, la misma que sugería a los oyentes que «algo malo» estaba sucediendo y en cuestión de segundos inició la transmisión con unas palabras que estremecieron brutalmente a la ciudad: — «urgente … urgente … urgente … se quema totalmente la refinería de Barrancabermeja … en cualquier momento puede registrarse una tragedia que convertirá a la ciudad en un mar de cenizas» — , y como si nada estuviera pasando, con una mano puesta sobre su oido derecho remataba emocionado diciendo: —»Dios mío, Dios mío… líbranos Dios mío de algo terrible»—.
Pero lo peor estaba ocurriendo afuera de la refinería: mujeres nerviosas, niños que lloraban, abuelas con camándula en mano rezando y numerosos oyentes alarmados por la trágica noticia que, como lo dije, había estado precedida de una fuerte explosión que se había dejado oír por toda la ciudad.
Mientras tanto, algunos trabajadores que a esa hora se hallaban descansando, empezaron a sospechar que la empresa los iba a llamar para reforzar los equipos de emergencia, otros, los más histéricos, insistían con la idea de salir velozmente de la ciudad y dejar abandonadas todas las pertenencias frente al apocalíptico paisaje que dibujaba Gustavo.
No faltaron los desesperados que alcanzaron a encender sus vehículos y llegaron hasta el retén de la vía a Bucaramanga pretendiendo huir de la ciudad.
Cuando los funcionarios de ECOPETROL, estupefactos vieron semejante espectáculo y antes de comprobar que no se trataba de un sueño sino de una muestra típica de nuestro realismo mágico, el propio gerente de la refinería, haciendo gala de una muy buena educación, se le acercó a Gustavo y sutilmente le dijo que abandonara el sitio.
Gustavo, fascinado por el éxtasis de lo que los periodistas llaman ‘la chiva’, no quería suspender la transmisión porque sabía que afuera, en la ciudad, la sintonía era totalmente suya. Sin embargo, ante la insistencia del gerente, tuvo que apagar el equipo.
Los problemas para Gustavo vinieron días después porque debió soportar la presión de varios directivos de la empresa que le exigían, perentoriamente, revelar el nombre de la persona que le permitió el acceso a la refinería.
Como el Complejo Industrial tiene varias entradas por diferentes sectores de la ciudad, se dificultaba la investigación interna para establecer las responsabilidades disciplinarias del caso.
Algunos funcionarios de ECOPETROL, alarmados por el hecho y tratando de persuadir a Gustavo, se averiguaron sus debilidades gastronómicas y varias veces lo invitaron a degustar suculentas cazuelas de bagre para que en medio de la cena y al calor de un par de cervezas, revelara el nombre del celador.
Gustavo, respetando el trato con la fuente, jamás aceptó revelar su nombre.
De haberlo hecho, quizás, el celador hubiera perdido su trabajo.
Finalmente para ECOPETROL quedó claro que ese día el periodista solo se limitó a transmitir, desde la refinería, lo que estaba sucediendo y como tal no estaba obligado a revelar el nombre del funcionario que le permitió cumplir con su trabajo.
Hoy en día el celador goza de su pensión de jubilación y ríe a carcajadas cuando le recuerdan los hechos.
Pese a que el vigilante es hoy en un empedernido pensionado de la empresa y todos los directivos de ECOPETROL de la época también ya lo son, Gustavo Arciniegas jamás ha dicho quien fue el funcionario que, en esa oportunidad, le abrió la Puerta de la refinería y permitió que se escribiera un capitulo de los muchos que conforman los 45 años de La Voz del Petróleo.
45 años de La Voz del Petróleo, llenos de mucha nostalgia.