Barrancabermeja Virtual se complace en presentar a sus lectores un trabajo de investigación elaborado por el antropólogo barranqueño, David López Rodríguez (egresado de la Universidad de Antioquia) con la colaboración del licenciado en ciencias sociales, Henry Eljure Acosta, (egresado de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia en Tunja), titulado: «Vertiente Afromagdalénica en la gestación de Barrancabermeja» en el que se exponen, con una excelente rigurosidad académica, la forma como llegaron a Barrancabermeja, desde comienzos del siglo XX, los primeros representantes de la raza negra y su aporte al desarrollo de la ciudad y la región.
Sin duda, se trata de un buen aporte a la formación de nuestra identidad cultural, por lo que recomendamos su lectura.
«Vertiente Afromagdalénica en la gestación de Barrancabermeja».
Por: David López Rodríguez y Henry Eljure Acosta.
En Barrancabermeja había una presencia significativa de afrodescendientes cuando se ordenó su formalización como municipio a comienzos de la década de los años veinte del siglo pasado, es decir, había una presencia importante de personas que, por sus rasgos físicos y características culturales, revelaban afinidad o aproximación a los esclavizados negros y sus descendientes en el litoral Atlántico y toda la cuenca magdalénica o del Río Grande de La Magdalena.
Los leñadores y pescadores de la pequeña aldea Barrameja hasta el período 1915 – 1920 principalmente y, antes de que comenzaran a llegarle oleadas masivas de campesinos de otras regiones del país por las explotaciones del enclave petrolero, eran en lo fundamental afroribereños herederos de bogas o remeros libertos del Río Grande o, de esclavizados cimarrones o huidizos tanto de los Reales de Minas de la serranía de San Lucas como, de las del Bajo Cauca y hasta de Girón, éstos últimos asentados en el bajo Sogamoso.
Ya desde fines del siglo XVI lo primeros bogas forzados aborígenes o karib en el Río Grande, habían comenzado a ser reemplazados por esclavizados negros provenientes del África centro occidental principalmente. Durante los siglos XVII, XVIII y primera mitad del XIX, período en que el Magdalena fue la principal arteria de la Nueva Granada, los bogas fueron exclusivamente aquellos esclavizados.
Al respecto, la historiografía también nos revela los regulares e intensos procesos de resistencia y cimarronaje o huida de muchos de aquellos bogas con el consecuente abandono de las embarcaciones o champanes dejando a la deriva, la carga y los pasajeros en pleno río. Se registra además lo pesado y prolongado de sus faenas a lo largo de las riberas del Río Grande que a su vez, les posibilitó ir reconociendo lugares, frutos silvestres, avifauna y especies de peces pero ante todo, los sitios más propicios para la fuga ante el menor descuido de los rígidos capataces.
De esta forma o tras el reconocimiento ribereño de la cuenca magdalénica que los bogas en su condición esclavizada iban forjando, preparaban también sus mejores condiciones para escapar y de paso, irían ejerciendo territorialidades que en la parte media de la cuenca son fundamentalmente de humedales o bajos, interconectados por una inmensa e intrincada red de caños, ciénagas, pozas, riachuelos y cienaguetas, en un ámbito de selva tropical húmeda que, tanto facilitaba su huida como al mismo tiempo, dificultaba la persecución o recaptura por parte de los capataces y guardianes de los esclavistas.
Simultáneamente o durante aquél mismo período (fines del siglo XVI – primera mitad del siglo XIX) se estaba presentando otro no menos importante proceso de cimarronaje hacia la cuenca media del Magdalena, proveniente tanto desde las haciendas de la Depresión Momposina, como de los Reales de Minas de Simití en la serranía de San Lucas e incluso, desde los Reales de Minas de Zaragoza, Remedios y Segovia (hoy nordeste de Antioquia o bajo Cauca), dando paso a palenques (del vocablo catalán palenc, que significa empalizada) como los de Norosí, Arenal, San Pedro, Papayal, Muzanga (¿o Samba?), Cimarrón, Palizada y San Bartolomé.
Se registra un gran líder Palenquero en el siglo XVII de nombre Juan Brún. Orlando Fals Borda reseña otro palenque en la región del Magdalena Medio y aunque no revela su nombre, enuncia que concentró hasta 3000 ex esclavizados.
Hay que precisar que todos esos palenques no fueron asentamientos libertarios fijos o inmóviles sino todo lo contrario, o sea, tan movedizos como los propios cimarrones ex esclavizados y como resultado de la permanente persecución a los que eran sometidos. Se registra por ejemplo una ofensiva muy grande auspiciada por los esclavistas y el régimen virreinal a comienzos del siglo XVIII, en inmediaciones de la vertiente occidental de la serranía de San Lucas y con el objetivo de recapturar tanto minas como cimarrones. El principal escenario de refugio final o más seguro para éstos últimos, lo constituían obviamente las áreas bajas, de humedales o pantanosas del valle medio del Magdalena.
Acá o en dicho contexto ambiental y territorial se albergaron durante aquellos siglos, silenciosa y pacientemente aquellos afrolibertarios, re – creando manifestaciones culturales de carácter afro ribereño aunque no lo hicieron solos pues, durante el mismo período que estamos abordando, la presencia aborigen karib en la región, aún era bien significativa. Además, dichos karib Yareguíes, Carares, Opones, Pantágoras, Guamocoes, Karates y Chimilas en la cuenca magdalénica media y baja, asistían también a diversos procesos de resistencia hacia lo hispano – católico que también pugnaba por su hegemonía.
Aún desconocemos registros historiográficos que nos señalen muy lógicas o expeditas alianzas entre aquél cimarronaje intenso con la no menos tenaz resistencia karib en ésta región. Resulta muy extraño o dudoso que aún no se revelen tales especies de pactos «naturales» y no deja de ser sugestivo que, no fueran temporalmente muy distantes las gestas de carácter heroico y magnánimo de un líder cimarrón como Juan Brún, con las del gran cacique Karib Yareguí Pipatón.
Sin embargo, tanto expedicionarios por el Río Grande durante el período en referencia como Alexander Von Humboldt y José Celestino Mutis, no dejaron de sorprenderse por la numerosa presencia zamba (hijo de negro e india, o al contrario), entre la población ribereña y como en ningún otro lugar de los visitados por ellos.
Aquellas observaciones fueron posteriormente completadas por Virginia Gutiérrez de Pineda, al aproximar a las características fluvio mineras de claros rasgos afro, a un conjunto significativo de familias en la cuenca magdalénica media. Generaliza ella en su estudio el apelativo de zambaje, para una caracterización cultural de modalidades de parentesco significativos en nuestra región. Nos explicará además en sus pesquisas históricas al respecto, la básica y primigenia relación acá, entre varones negros y mujeres karib, vínculo además formalmente prohibido por el extremadamente coercitivo código hispano católico durante la llamada colonia y hacia lo criollo, indio y negro, aplicando a éste último lo más severo.
Hacia mediados del siglo XIX el transporte por el Río Grande a través de champanes, ya había sido radicalmente transformado por barcos a vapor que requerían a su paso por la cuenca media magdalénica, de abundante leña y víveres, además de mano de obra o marineros con experiencia en el ámbito ribereño. Aquellos zambos y zambas fueron principalmente los proveedores de todo ello y hasta mediados del siglo XX. Constituyeron entonces ellas y ellos en lo fundamental, la composición de la denominada población nativa que fue a su vez, el enlace imprescindible con toda la migración que se precipitaría hacia el enclave petrolero. Éste en últimas fue el que determinó la creación formal del municipio no menos enclavizado de Barrancabermeja.
Los reductos karib Yareguí y que hasta el primer cuarto del siglo XX continuaron resistiendo a la invasión de su original territorio – en esta ocasión contra la bandera republicana, democrática y transnacional -, no fueron por tanto, aquellos no menos trascendentales pobladores nativos los que, habrían de servir principalmente de soporte o substrato demográfico y cultural a la nueva oleada humana que acá precipitó el enclave petrolero. Fueron substrato pero de manera indirecta o por la vía del zambaje, de ascendencia cultural tanto cimarrona como karib.
No deja de ser también revelador que hacia los años de transición entre los siglos XIX y XX, se registren expresiones significativas de resistencia y a través de formas sindicales por parte de los trabajadores fluviales con contingentes significativos de zambaje como ya anotábamos y, sometidos a condiciones de trabajo de carácter neo esclavista a lo largo de la cuenca magdalénica.
Hacia 1917 se inician de manera regular, los trabajos de exploración y explotación petrolera que de manera gradual y acelerada precipitó corrientes migratorias hacia la pequeña aldea zamba y sus alrededores con similar condición. Un flujo importante provino del bajo Magdalena y de las sabanas de Bolívar, Sucre y Córdoba, regiones también de población predominantemente negra, morena, mulata y zamba, tanto en sus rasgos físicos como en su caracterización cultural afro.
En esta primera etapa de exploración y explotación petrolera enclavizada y por expresa orden de los empleados norteamericanos de la «Troco» (Tropical Oíl Company), permitían solo y exclusivamente para las labores como macheteros o hacedores de trochas, a gente negra, zamba o bien morena o mulata, que obviamente provenían de trabajos rurales y de pesquería de las áreas ya señaladas.
Estos trocheros afro llevaban a cabo una de las labores más pesadas y adversas y dada las condiciones laborales a que los redujeron, los índices de morbilidad y mortandad entre ellos fueron altísimos.
Al mismo tiempo para 1918 y 1919 se registran conatos de rebelión con participación destacada de los trabajadores macheteros afro. Estos contingentes inconformes junto a otros trabajadores petroleros, comenzaron a recibir apoyo organizacional y de diversa índole, precisamente de sus hermanos afroproletarios ya aglutinados y con experiencia sindical entre los trabajadores fluviales.
Es en ese contexto de resistencia y primigenia organización obrera a la que accederán el mismo año de la creación municipal de Barrancabermeja, los socialistas libertarios Raúl Eduardo Mahecha y Escolástico Álvarez. El primero de ellos era reconocido en su ámbito familiar como «el negro». Como suele ocurrir aún, al miembro de una familia de piel menos clara, se le adjudica este apelativo. Si se observan fotos de Mahecha, (haga click aquí), se percibe lo que el imaginario colectivo actual en nuestro medio, quizás aún reconozca como persona morena.
Accedía Mahecha al puerto petrolero incluso como boga o hábil remero, a lo largo de sus acciones políticas en el Río Grande. Los estudiosos al respecto reconocen que este perfil o faceta carismática de Mahecha, hizo sólida empatía con la mayoría del contingente obrero de la época, una de cuyas contingentes fundamentales era precisamente afro. Al observar la foto de Escolástico, aliado incondicional del gran Mahecha, reconocemos sin lugar a dudas sus claros rasgos faciales negros. Era Químico Farmaceuta egresado de la Universidad de Antioquia y aprendió además del acervo nativo zambo, un acumulado terapéutico, medicinal y de curandería.
El parto entonces municipal de Barrancabermeja (26 de abril de 1922), en últimas por mandato del enclave petrolero de la Troco, resultó ser prácticamente simultáneo con el parto de la Sociedad Unión Obrera, predecesora o primera etapa de la poderosa Unión Sindical Obrera – U.S.O. (12 de febrero de 1923), liderada por los revolucionarios Mahecha y Escolástico Álvarez a quienes hoy, por los antecedentes fenotípicos o de rasgos físicos y además culturales y políticos que nos revelan, señalamos como afrolibertarios también.
Además, para aquellos años de gestación formal municipal y proletaria, ya hacían presencia en Barrancabermeja un conjunto numeroso de yumekas, otra vertiente afro, proveniente ésta de las Antillas del Caribe.
Muchos de ellos ya habían trabajado con empresas norteamericanas en la construcción del canal de Panamá y otros, provenían de diversas islas de las Antillas como Jamaica y San Andrés Islas, Por su dominio del inglés y su calificación laboral, fueron, en su mayoría, capataces o supervisores de trabajadores. Algunos de sus descendientes se han destacado también como luchadores proletarios.
Zambaje, mulataje, morenura y negrura digna de antepasados libertarios cimarrones, es lo que se reveló también en la gestación oficial y extra – oficial de Barrancabermeja…