
La coalición del centro anunciada esta semana, se gesta entre contradicciones: Nuevo Liberalismo, Mira y Dignidad anuncian unión electoral mientras crecen las críticas por oportunismo político
En un giro previsible pero polémico del escenario político colombiano, el Nuevo Liberalismo, el Partido Mira y el Partido Dignidad —liderado por Sergio Fajardo— han anunciado su intención de consolidar una coalición electoral de cara a los próximos comicios.
Bajo el lema “Nos encontramos quienes creemos que es la hora de Colombia, el momento de llevarla hacia adelante. Se acerca una coalición con los pies en la tierra y la mirada en el futuro. Lista para servirle al país”, este nuevo bloque busca proyectarse como una alternativa “moderna, sensata y constructiva”.
El anuncio ha sido recibido con escepticismo por amplios sectores de la opinión pública.
La periodista Mónica Rodríguez, reconocida por su postura crítica e independiente, publicó un mensaje contundente en sus redes sociales, donde cuestionó sin reservas la autenticidad de esta alianza.
“Definitivamente no hay con quién. Ni juntándose, ni revolviéndose, ni aliándose… Puros convenientes, TODOS, sin excepción”, escribió, señalando que la política colombiana, más que un ejercicio de construcción nacional, se ha convertido en una carrera desenfrenada por el poder.
Las críticas no son infundadas. Muchos de los actores que componen esta naciente coalición han sido protagonistas de contradicciones ideológicas y pactos oportunistas.
El nuevo liberalismo
Por un lado, se encuentran figuras heredadas de antiguas élites políticas, los llamados “delfines”, descendientes de las castas tradicionales que históricamente han ostentado el poder.
Por otro lado, hay ex militantes de centro-izquierda que, en los momentos clave, decidieron respaldar agendas conservadoras, como el recorte de derechos laborales y el bloqueo sistemático a reformas sociales del actual gobierno de Gustavo Petro.
El Partido Mira
Por su parte, ha sido duramente cuestionado por su cercanía con sectores cristianos fundamentalistas y por una política que, si bien ha logrado consolidar una base religiosa sólida y económicamente útil, ha mostrado escasa empatía legislativa con las necesidades de los más vulnerables.
Este tipo de contradicciones ha llevado a algunos analistas a calificar la coalición como una “alianza sin alma”, construida no sobre la base de principios compartidos, sino en torno a la ansiedad de recuperar privilegios perdidos.
Atentado contra Miguel Uribe como plataforma política
El reciente atentado contra el senador Miguel Uribe ha servido como catalizador simbólico para esta coalición, que ha aprovechado el episodio como bandera de lucha.
“El atentado me estremeció. Me golpeó. Me asustó…”, expresaron algunos de sus miembros en redes sociales, desde lugares de alto nivel adquisitivo y con palabras cargadas de dramatismo.
Sin embargo, poco o nada se dice de las causas estructurales de la violencia, muchas de ellas derivadas de las mismas políticas de exclusión, desigualdad y represión que estos sectores defendieron en el pasado.
La gente ya no le cree al centro
Lo que está claro es que el anuncio de esta coalición no ha despertado entusiasmo en amplios sectores ciudadanos, que la perciben más como una estrategia electoralista desesperada que como una verdadera propuesta de país.
En un contexto marcado por el descrédito de la clase política, la falta de propuestas concretas y el oportunismo disfrazado de reconciliación, muchos se preguntan si esta nueva alianza representa una esperanza real para Colombia o simplemente más de lo mismo, camuflado con nuevos colores y viejas promesas.
La ciudadanía observa con desconfianza. Las redes sociales estallan en comentarios de rechazo, y el sentimiento general parece inclinarse hacia una certeza dolorosa: que la verdadera transformación de Colombia difícilmente vendrá de quienes, por años, se han servido del poder, y ahora intentan reinventarse para seguir disfrutándolo.