(Informe Especial)
Existe en Colombia una división profunda en lo que en el pasado se llamó Partido Liberal Colombiano, y que hoy se dividen en varios partidos entre los que se destacan Cambio Radical, Partido de la U y el Partido Liberal Colombiano.
La primera es la tendencia social demócrata enmarcada en las ideas de libre pensamiento, reconciliación, oportunidades para todos que en su momento enarbolaron Alfonso López Pumarejo, Jorge Eliecer Gaitán, Luis Carlos Galán entre otros ilustres liberales responsables de las grandes trasformaciones sociales que hoy aun benefician al pueblo colombiano.
Las ideas que hoy atraen a tanto joven colombiano como la libertad de cultos, la paz, la equidad social, la conservación de medio ambiente, oportunidades para todos, las energías renovables, la lucha contra la corrupción, el cooperativismo, entre otras, son ideas liberales.
Hay otra tendencia, neoliberal que impulsa las privatizaciones, que considera la salud y la educación como un negocio y lo alejan de las clases populares, que anteponen los negocios personales al bien general.
Con la llegada del conservador Andrés Pastrana a la presidencia y los dos posteriores gobiernos de Álvaro Uribe (8) años, los grandes medios de comunicación, que en el pasado defendieron las tesis liberales, se alejaron alineándose con esa tendencia neoliberal. Estos nuevos neoliberales se separaron del partido y crearon su carpa propia tal y como hoy se conocen, Cambio Radical y Partido de la U.
Sin poder y con sus antiguos aliados en contra, más una coyuntura social (en la que hicieron alianza Cambio Radical, Partido de la U y Uribistas) que, inexplicablemente, pedía resolver los grandes problemas sociales del país a punta de bala y con muy poca presencia y reivindicación social de parte del Estado, las ideas liberales socialdemócratas dejaron de ser populares.
Con la llegada de Juan Manuel Santos al poder, se consolida, la más ambigua y controversial forma de gobernar donde se mezclan las más crudas y estrictas medidas en contra de las clases populares, se aumenta la corrupción a niveles insospechados en todas las ramas del poder público, mientras se desarrolla un proceso de paz con las FARC, el grupo guerrillero más antiguo y beligerante del país que azotó por más de 50 años la vida de todos los colombianos.
Con la fuerte oposición que le brindo el senador Álvaro Uribe a las políticas de paz del gobierno de Santos, este último logro consolidar una fuerte coalición en defensa de los acuerdos con las FARC, uniendo a los socialdemócratas con las tendencias neoliberales.
Unos, los ‘socialdemócratas’, afrontaron el proceso de paz, lo que a simple vista resultaba mucho más riesgoso y con muy pocas probabilidades de éxito, mientras que los otros, los ‘neoliberales’ asumieron la defensa e implementación de lo que llamaron la ‘Locomotora Santista’.
Las grandes cadenas de información nacionales prontamente se alinearon, unos con la oposición uribista a los procesos de paz y otros con los neoliberales santistas y su locomotora que terminó siendo llamada como “mermelada”, dejando la socialdemocracia y su proceso de paz con muy poco apoyo mediático.
Al final los dos bandos rindieron sus frutos, los socialdemócratas encabezados por el liberal socialdemócrata Humberto de la Calle y la gran coalición que hoy se ve reflejada en la Colombia Humana de Gustavo Petro y el Compromiso Ciudadano de Sergio Fajardo sacaron adelante la negociación con las FARC, con un éxito insospechado dejando a la guerrilla más antigua y poderosa del planeta sometida a la ley colombiana, sin armas, reduciendo los niveles de violencia y muerte en Colombia como no se veía hacen mucho tiempo. Este proceso de paz, ejemplo para la humidad fue recompensado con un premio Nobel de Paz para Juan Manuel Santos.
Por el otro lado quedaron los ‘neoliberales’ de Vargas Lleras & Cia, la debacle, la mala imagen, los bajos índices de popularidad y la gran corrupción que hoy representan el gobierno de Juan Manuel Santos y su fallida política de ‘locomotoras-mermeladas’, que fracasaron estrepitosamente, donde estallaron grandes escándalos de corrupción, financiación fraudulenta de la campaña, obras inconclusas, mal diseñadas, puentes caídos, Odebrecht, REFICAR, ISAGEN, etc. que no solo involucran este gobierno sino en complicidad con sus “enemigos” y antes aliados uribistas.
El cinismo y la falta de ética los tienen hoy recorriendo el país sacando pecho por semejante desastre administrativo, financiero, bajo el silencio y la indiferencia de sus aliados mediáticos.
Hoy el riesgo es enorme, muy a pesar que las redes sociales indican claramente la favorabilidad y la fuerte opción de triunfo de Humberto de la Calle, Gustavo Petro o Sergio Fajardo, tres campañas de corte socialdemócrata, el ‘poder de la mermelada’ más el engaño en el que insisten los medios tradicionales con la manipulación de encuestas, bien podrían dejar a la opinión pública con los ‘crespos hechos’.
Germán Vargas e Iván Duque representan el fracaso de los últimos gobiernos colombianos, la sociedad colombiana está cansada de estas políticas equivocadas que siempre están en contra de las clases populares para favorecer sus intereses personales.
A este hecho hay que incluir un fenómeno perturbador de la democracia el cual según denuncian diferentes sectores podría ser «la infiltración de la Fiscalía General de la Nación en favor de un candidato».
El sometimiento de grandes barones electorales en las regiones con viejos vínculos en investigaciones con la Fiscalía y que —“milagrosamente”— recibieron absoluciones penales, hoy asumen liderazgos locales en la campaña de Germán Vargas Lleras, llegando a darle razón a la queja de quienes aseguran «la intervención del ente investigador en favor de dicha campaña».
Juzguen ustedes !!!
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