En la publicación de la Revista Cambio del día de hoy, lo que debió ser una nota de solidaridad, respaldo y empatía hacia una víctima de violencia doméstica terminó convirtiéndose en un instrumento de ataque político.
La situación denunciada —la agresión cometida por Ricardo Leyva contra su pareja— es grave por sí misma, y ameritaba un tratamiento centrado en la víctima, en la condena a la violencia de género y en la responsabilidad directa del agresor.
El ruin enfoque dado por Cambio
Sin embargo, el enfoque elegido por Cambio tomó un rumbo distinto: uno orientado a vincular, sin fundamento y de manera artificiosa, este episodio con el gobierno del presidente Gustavo Petro.
En lugar de poner el foco en la brutalidad del acto, en la necesidad de proteger a la mujer afectada y en la urgencia de rechazar cualquier forma de violencia intrafamiliar, la revista decidió hilar fino —o más bien torpe— para sugerir conexiones políticas que no existen.
Pretendieron sumar al escándalo una dimensión gubernamental absolutamente fuera de contexto, mencionando relaciones contractuales o profesionales que, incluso si existieron, no guardan relación alguna con los hechos violentos ni implican responsabilidad política del gobierno.
Quien es el agresor
Es importante reconocer que Ricardo Leyva, el presunto agresor, puede ser catalogado como un cobarde y un violento, y que deberá enfrentar las consecuencias legales correspondientes por sus actos.
Pero también es cierto que, hasta antes de conocerse este episodio, su trayectoria pública y profesional lo había posicionado como un empresario reconocido y, hasta donde se sabía, respetado.
Como cualquier otro oferente privado, tenía la posibilidad de contratar con diferentes entidades del Estado, más allá del gobierno de turno. Esto no cambia ni minimiza su responsabilidad en los hechos de violencia, pero sí evidencia lo forzado e injustificado que resulta el intento de la Revista Cambio por relacionar su conducta criminal con la administración de Petro.
El propósito real de la publicación parece ser otro.
Lejos de solidarizarse con la víctima o de condenar al agresor, el énfasis está puesto en desprestigiar al gobierno y especialmente las reformas impulsadas por este, reformas que buscan devolver derechos y beneficios a las clases populares, muchos de los cuales fueron arrebatados durante los gobiernos anteriores.
No es sorprendente que sectores que históricamente se han opuesto a estas transformaciones encuentren en revistas como Cambio un vehículo para instrumentalizar cualquier hecho con tal de erosionar la imagen del actual gobierno.
Una manipulación evidente
La manipulación resulta evidente desde el primer párrafo, donde la redacción lleva a pensar —aunque sea por un instante— que el agresor podría ser el ministro del Interior, Armando Benedetti. Cuesta creer que semejante ambigüedad haya sido “involuntaria”. Lo que sí parece claro es que resulta conveniente para quienes buscan dañar la reputación de un funcionario ajeno al episodio.
Lo ocurrido no solo es lamentable: es una muestra vergonzosa de un seudo periodismo activista y politiquero que antepone intereses partidistas a la ética informativa, invisibiliza a la víctima y distorsiona la realidad con fines claramente propagandísticos.
