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Mandadito hacer para las derechas fascistas

La falsa promesa de seguridad, basada en sangre y represión, no es más que una trampa mortal para un país que necesita urgentemente justicia social, equidad y un cambio real en sus instituciones.

Abelardo de la Espriella es, sin lugar a dudas, uno de los personajes más complejos y cuestionados de la política colombiana en los últimos años. 

No solo por su discurso incendiario o sus posturas radicales, sino por la forma en que ha logrado posicionarse como un líder carismático para sectores de la extrema derecha, apoyado en una maquinaria mediática que le da cobertura sin crítica alguna. 

De hecho, su figura encarna el modelo perfecto para los intereses más oscuros de la oligarquía colombiana, que sigue dominando las instituciones del país.

De la Espriella: una inversión masiva de dinero

Desde su llegada al panorama político, De la Espriella ha sido presentado como un hombre con una retórica «inspiradora», un líder con «importante apoyo». 

Sin embargo, lo que los medios tradicionales callan es que su ascenso no es más que una inversión masiva de dinero, financiada por una élite económica que espera recuperar lo invertido a través de favores políticos, endeudando aún más al país y consolidando un sistema de clientelismo y corrupción que arrastra a Colombia hacia el abismo. 

La ilusión que vende es que con él, vendrán «tiempos de libertad», cuando lo único que de verdad está en juego es la perpetuación de un régimen autoritario que no tolerará voces disidentes.

Un ejemplo claro de esto es la cobertura mediática que se le ha dado a sus actos. 

Mientras que con los candidatos progresistas los medios de comunicación se enfocan en crear narrativas de desesperanza, de una supuesta inviabilidad de sus propuestas o incluso de imágenes de protestas y tristeza, con Abelardo de la Espriella se juega otra carta: la del héroe que «rescatará» a Colombia. 

Al evento de lanzamiento en el Movistar Arena, por ejemplo, se le ha dado una cobertura casi glorificadora, ignorando que el espectáculo no fue gratuito, sino que estaría financiado a través de vigencias futuras cargadas al erario público, – claro está, si este vendedor de mentiras logra imponerse.

Este tipo de eventos no son sólo exhibiciones de poder y riqueza, sino un claro mensaje

El país estaría siendo hipotecado para financiar la candidatura de alguien que tiene los bolsillos llenos, mientras las promesas de «prosperidad» solo están dirigidas a unos pocos. 

Y lo peor es que, tras la fachada de la «libertad» que pregonan, De la Espriella y su entorno amenazan con usar el poder para reprimir a la oposición, a aquellos que no se alineen con su visión autoritaria del futuro.

Abelardo de la Espriella no es un hombre de ideas ni de soluciones

Su único argumento es el espectáculo. Un espectáculo que se basa en una doble moral que lo convierte en un defensor de los criminales, mientras finge ser un moralista con discursos patrióticos que esconden su verdadera agenda: el enriquecimiento personal y la consolidación de un sistema corrupto que ha gobernado Colombia por décadas. 

Este es un hombre que cambia de identidad con la misma rapidez con la que cambia de clientes, adaptándose a lo que le sea más conveniente.

¿Qué es lo que más preocupa? 

Y sin embargo, lo más preocupante no es solo lo que hace Abelardo, sino cómo los medios de comunicación y gran parte de la élite económica lo están respaldando. 

La normalización de su figura, presentada como una opción legítima y «renovadora», es un síntoma claro de los peligros que se avecinan para Colombia en el 2026. 

La falsa promesa de seguridad, basada en sangre y represión, no es más que una trampa mortal para un país que necesita urgentemente justicia social, equidad y un cambio real en sus instituciones.

La historia de Abelardo de la Espriella es la de un hombre dispuesto a todo por el poder. 

Pero, como todo populista de extrema derecha, se sostiene sobre una base de mentiras, violencia y manipulación. No es solo un candidato; es un peligro para la democracia, la libertad y el futuro de Colombia.


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