
Miguel Uribe, senador y precandidato presidencial, ha fallecido en la madrugada de este lunes 11 de agosto de 2025, luego de haber estado en estado crítico durante más de dos meses debido a un atentado sufrido el pasado 7 de junio en el barrio Modelia, en Bogotá.
Uribe Turbay, de 39 años, fue víctima de varios disparos, incluidos dos en la cabeza, mientras realizaba un acto de campaña en ese sector de la capital.
Tras el atentado, fue trasladado de urgencia a la Fundación Santa Fe, donde permaneció en un estado de salud muy delicado debido a las heridas sufridas, especialmente una grave hemorragia cerebral.
Su fallecimiento fue confirmado por la clínica y su esposa, María Claudia Tarazona, quien expresó en sus declaraciones el dolor por la pérdida y la incansable lucha que Uribe Turbay mantuvo durante su tiempo hospitalizado.
A lo largo de su carrera política, Miguel Uribe Turbay no fue ajeno a la controversia.
El atentado dejó muchas interrogantes y generó una ola de especulaciones políticas que han intensificado la polarización en Colombia.
Su paso por el Senado estuvo marcado por posturas muy críticas hacia sus opositores y, especialmente, por un discurso que muchos consideraban incendiario.
En vida, Uribe Turbay no fue un hombre de consenso ni de propuestas constructivas, sino de una retórica que, en ocasiones, parecía alimentada por el odio hacia quienes no compartían su visión política.
Luego del atentado que le causó la muerte, varios sectores de la derecha colombiana y los medios de comunicación se lanzaron en una feroz disputa sobre la interpretación de su legado, e incluso algunos usaron su tragedia para propósitos electorales, algo que fue ampliamente criticado.
Aprovechamiento político del atentado
Aunque la muerte de Uribe Turbay dejó un vacío en la política de su bancada, hay quienes sostienen que su fallecimiento está siendo aprovechado por algunos sectores políticos para sembrar más división y utilizarlo como un trampolín para ataques contra el gobierno de Gustavo Petro.
De hecho, los primeros días después del atentado fueron testigos de acusaciones infundadas por parte de la oposición que intentaron vincular al gobierno de Petro con el atentado, a pesar de que la investigación no ha logrado establecer una conexión entre el presidente y los autores del hecho.
¿En qué van las investigaciones?
Hasta el momento, las investigaciones han permitido la detención de uno de los presuntos autores materiales del atentado, así como de algunos individuos vinculados a una red de apoyo.
Sin embargo, las autoridades aún no han logrado identificar a los responsables intelectuales detrás del magnicidio, lo que ha generado más incertidumbre.
No obstante, el ambiente político colombiano se ha visto marcado por una serie de acusaciones sin pruebas claras, donde los medios de comunicación han jugado un papel clave en alimentar el discurso político polarizante.
La cobertura mediática también ha sido un tema polémico.
Emisoras como Blu Radio han sido criticadas por hacer de la muerte de Uribe Turbay un instrumento para atacar al gobierno y lanzar mensajes políticos.
Las entrevistas en estos medios, en muchos casos, terminaban con la misma pregunta:
«¿Qué mensaje le deja al presidente Petro?», lo que deja claro que el interés por esclarecer la verdad detrás del atentado parece haberse desvanecido en favor de una guerra política en la que se usa el dolor de la tragedia para atacar al adversario.
Se abren nuevos cuestionamientos
Con su fallecimiento, se abren nuevos cuestionamientos sobre la ética en el ejercicio político y en los medios de comunicación, que parecen utilizar tragedias como esta para fomentar el odio y la división en la sociedad.
La polarización política, alimentada por la manipulación de hechos trágicos, está llevando a Colombia a un punto donde la verdad y la paz parecen estar siendo eclipsadas por la lucha por el poder.
El caso de Miguel Uribe Turbay es una triste muestra de cómo la política en Colombia se ha convertido en un juego de intereses, donde la vida de las personas es utilizada como un arma más para ganar terreno en la contienda electoral.