
Álvaro Uribe Vélez, expresidente de Colombia, ha sido condenado a 12 años de prisión no por los enemigos que tanto teme, sino por sus propias jugadas. La historia de su caída es el ejemplo claro de cómo un acto de venganza puede volverse contra él que lo orquestó.
El exmandatario, que ha sido uno de los personajes más influyentes y controvertidos en la política colombiana, no cayó por las maniobras de sus opositores. Cayeron por sus propias acciones, particularmente por su intento de orquestar una vendetta personal contra el congresista Iván Cepeda.
Esa jugada, motivada por intereses personales y políticos, desató una serie de eventos judiciales que terminaron con su condena.
Soborno y fraude procesal
La acusación por soborno a testigos y fraude procesal se ha vuelto la base de la condena, y el caso es tan sólido que no pudo evitar que su situación escalara hasta tal punto que tuvo que renunciar – en su momento – a su escaño en el Senado para evitar que su caso fuera visto por la Corte Suprema, lo que eventualmente lo llevó a ser procesado por la Fiscalía.
Él mismo construyó las condiciones que lo llevaron a la casa por cárcel. La magnitud de las evidencias presentadas en su contra ha sido tan contundente que no hubo margen de maniobra para su defensa.
No es persecución política
Es cierto que muchos de sus seguidores y allegados en el Centro Democrático claman que esto es una persecución política, pero el veredicto de la jueza no responde a intereses partidistas.
Es el fallo de un sistema judicial independiente que, a pesar de las presiones, ha demostrado que está dispuesto a aplicar la ley de manera justa, sin importar la posición o el poder de quien esté involucrado.
Comienza la venganza uribista
Algunos voceros del uribismo ya han comenzado a hacer eco de un discurso victimista, afirmando que este es un ataque en contra de Uribe y de la derecha colombiana.
No han tardado en anunciar que harán todo lo posible para desacreditar a la justicia colombiana en el exterior, movilizando sus contactos internacionales, principalmente en la extrema derecha republicana de Estados Unidos, para presionar por sanciones y para que se desacredite la juez que dictó la sentencia.
Este tipo de ataques solo refleja la actitud de quienes no entienden el valor de la independencia judicial y prefieren someter la justicia a sus intereses personales.
Lo más preocupante es el impacto que esto tendrá en la democracia colombiana.
Si bien la condena de Uribe puede ser vista como un triunfo para la justicia, también abre la puerta a un periodo de incertidumbre y tensión política.
La contienda electoral que se avecina será particularmente difícil, con el uribismo intentando manipular el discurso en contra de la institucionalidad y buscando socavar la confianza del pueblo en su propio sistema judicial.
La presión internacional, alentada por el círculo cercano a Uribe, podría poner en riesgo la estabilidad política y económica del país.
Para tener en cuenta
Por ello, la mejor forma de blindar a la justicia y fortalecer la democracia colombiana es, sin duda, castigar a aquellos que, por pasión ciega o lealtad irrestricta, atentan contra la estabilidad del país y favorecen la impunidad.
Es fundamental que los votantes en las próximas elecciones actúen con responsabilidad, entendiendo que no se trata solo de un tema judicial, sino de la salud de la democracia en Colombia.
No debe haber ni un solo voto para aquellos que, en nombre de la lealtad a un líder, están dispuestos a destruir los pilares del Estado de derecho.