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Colfuturo y la reproducción de la desigualdad: cuando el crédito reemplaza al derecho

¿Quiénes han manejado los recursos públicos de la educación en el exterior de Colombia? Ahora se entiende la indignación de la derecha y el centro político: el gobierno progresista les quitó ese poder y puso los fondos de la educación internacional en manos de la gente.

Colfuturo y la reproducción de la desigualdad: cuando el crédito reemplaza al derecho

Hay que decirlo sin rodeos: esta política, clásica dentro de la mentalidad de los banqueros que dirigen Colfuturo, es miserable.

No solo por lo que hace, sino por lo que revela.

Revela una concepción del país en la que la educación no es un derecho, sino un privilegio; no es una herramienta de transformación social, sino un mecanismo más para reproducir la desigualdad histórica que atraviesa a Colombia desde su fundación.

Los datos son contundentes y provienen de la misma Colfuturo.

Que apenas el 1% de los recursos vaya a jóvenes de estrato uno y que solo el 26% de los recursos llegue a jóvenes de estratos 1, 2 y 3 —que representan cerca del 80% de la población juvenil del país— mientras el 74% restante se concentra en los estratos 4, 5 y 6, es una fotografía perfecta de la injusticia estructural.

Más escandaloso aún

Los estratos cinco y seis, que en conjunto son menos que los estudiantes de estrato uno y dos, se quedan con el 41% de los recursos. Esto no es un error técnico; es una decisión política.

Colombia sigue siendo un país manejado por grandes banqueros, terratenientes y familias hereditarias que conciben el “mérito” como una herencia y la movilidad social como una amenaza.

En ese marco, Colfuturo no democratiza el acceso al conocimiento

Colfuturo lo financia para quienes ya tienen con qué pagar. El crédito, presentado como solución, es en realidad una barrera.

Dar 90 doctorados al año mediante créditos no le sirve al país. Solo los ricos pueden asumirlos sin destruir su proyecto de vida.

Para los jóvenes pobres, el endeudamiento se convierte en angustia permanente, deserción forzada o, en los casos más trágicos, en desenlaces fatales, como ya ha ocurrido con el modelo del ICETEX.

Un país no se desarrolla endeudando a sus cerebros.

Se desarrolla invirtiendo en ellos. La comparación internacional es reveladora. Corea del Sur envía alrededor de 35.000 estudiantes cada año al exterior, no 90, y lo hace estratégicamente en las áreas donde tiene mayores debilidades.

Esa política, acompañada de una cobertura casi total en educación superior, explica por qué hoy es una sociedad del conocimiento y no una economía reprimarizada y dependiente.

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Llegar a 10.000 estudiantes por año en el exterior, con educación totalmente gratuita para el estudiante.

No como un subsidio asistencialista, sino como una inversión nacional. Queremos que la mayoría de quienes accedan a estos programas sean hijas e hijos de trabajadores, campesinos y jóvenes de los barrios populares de todas las regiones del país.

Que el talento no esté condicionado por la cuna, y que el conocimiento regrese al país para ponerlo al servicio del desarrollo colectivo.

La educación como negocio

Mientras la educación siga tratándose como un negocio y no como un derecho, Colombia seguirá siendo terriblemente desigual. Colfuturo, tal como está hoy, no corrige esa injusticia: la administra. Y ya es hora de cambiar de raíz esa lógica.


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