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Reforma Laboral: una victoria de Petro, la movilización social y el pueblo trabajador

Parlamentarios como María Fernanda Carrascal y otros miembros de la bancada del Pacto Histórico jugaron un rol clave en la articulación política que permitió salvar la reforma. Su trabajo fue reconocido tanto en el Congreso como por las organizaciones sociales que desde hace meses impulsan el lema de "trabajo digno ya".

En una jornada histórica y cargada de tensiones políticas, el Senado de la República aprobó la tan discutida y esperada Reforma Laboral impulsada por el Gobierno del presidente Gustavo Petro

Tras varios intentos fallidos, esta vez la iniciativa fue respaldada con una mayoría que, aunque reñida, logró superar los obstáculos y dio luz verde a un proyecto que representa una victoria simbólica y política para el Gobierno y, sobre todo, para el movimiento social y sindical que lo respaldó desde las calles.

El texto aprobado en la plenaria contiene buena parte del articulado original propuesto por el Ejecutivo. Las modificaciones finales respetaron los pilares fundamentales de la reforma, los cuales buscan avanzar hacia un modelo de trabajo digno, estable y con garantías, alineado con los convenios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Entre los puntos centrales de la reforma se destacan el fortalecimiento de la estabilidad laboral, el aumento en los recargos por trabajo nocturno, dominical y festivo, la formalización progresiva de los contratos laborales y el desincentivo al trabajo por horas, una modalidad que ha sido duramente criticada por sindicatos y organizaciones sociales por fomentar la precarización.

La aprobación de la reforma no fue solamente un triunfo parlamentario. 

Representa, sobre todo, una victoria social. La presión popular, las marchas, los plantones y el creciente descontento ante el modelo laboral vigente jugaron un papel determinante. 

Esta vez, varios sectores de la oposición que antes habían bloqueado la reforma entendieron el momento político y el riesgo de quedar en contravía del sentir ciudadano. La negociación y la búsqueda de consensos permitieron que el proyecto avanzara, aunque no sin costos ni controversias.

Ojo con Angélica Lozano

Uno de los episodios más polémicos de la jornada fue el protagonizado por la senadora Angélica Lozano, del partido Alianza Verde, quien decidió votar en contra de artículos clave que buscaban eliminar el trabajo por horas

Su voto fue interpretado por amplios sectores como un respaldo a la precarización laboral, lo que le valió una ola de críticas desde movimientos sindicales y sectores progresistas que esperaban una posición más coherente con el discurso de defensa de los derechos laborales que ella misma ha sostenido en el pasado.

Además, trascendió que Lozano habría filtrado información a medios de comunicación con el propósito de entorpecer el debate y generar confusión, lo que generó aún más cuestionamientos a su postura. 

Sus críticos la acusan de tener una doble agenda: una en la plenaria, donde proyecta una imagen de diálogo y apertura, y otra en los pasillos del poder, donde opera en sintonía con sectores empresariales contrarios a la reforma. 

Esta situación se agrava por su cercanía con la exalcaldesa Claudia López, precandidata presidencial y figura visible del llamado «centro político«, cuya oposición a las reformas del Gobierno Petro se ha vuelto cada vez más evidente.

Pese a estas tensiones, el bloque progresista logró consolidar una mayoría

Parlamentarios como María Fernanda Carrascal y otros miembros de la bancada del Pacto Histórico jugaron un rol clave en la articulación política que permitió salvar la reforma. Su trabajo fue reconocido tanto en el Congreso como por las organizaciones sociales que desde hace meses impulsan el lema de «trabajo digno ya«.

Con esta aprobación, el Gobierno se anota una victoria significativa en su agenda de reformas estructurales, y abre una nueva etapa para el debate legislativo y la reglamentación de la ley

Aún queda camino por recorrer, incluyendo posibles demandas ante la Corte Constitucional o futuras batallas legales, pero el mensaje es claro: la presión del pueblo organizado, cuando es persistente y consciente, puede transformar estructuras profundamente arraigadas.

La reforma laboral es ahora un hecho. Su implementación definirá si verdaderamente marcará un antes y un después en la vida de millones de trabajadores colombianos, o si será solo otro capítulo más en la larga lucha por los derechos laborales en Colombia.


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