
En América Latina, los empresarios han comenzado a entender que el desarrollo económico y el bienestar de sus gremios no pueden estar desconectados del rumbo político y social de sus países.
Así lo han demostrado más de 200 empresarios brasileños que acompañaron al presidente Lula da Silva en su visita a China, y alrededor de 60 que hicieron lo propio junto al mandatario chileno Gabriel Boric.
En México, el empresariado se ha alineado con Claudia Sheinbaum cuando la estabilidad del país estuvo en juego, incluso frente a las amenazas de Donald Trump.
¿Y en Colombia? Tristemente, el panorama es otro.
En lugar de buscar oportunidades para fortalecer la economía nacional, buena parte del empresariado colombiano, encabezado por el presidente de la ANDI, Bruce Mac Master, se ha volcado hacia una postura de oposición radical al gobierno del presidente Gustavo Petro.
No se trata de una crítica constructiva, ni de un ejercicio legítimo de defensa de intereses gremiales. Se trata de una actitud cerrada, ideológica y profundamente reaccionaria, que antepone el odio político y el miedo a Estados Unidos sobre los intereses de millones de colombianos.
Mientras nuestros vecinos están promoviendo alianzas estratégicas, impulsando inversiones y explorando nuevos mercados en Asia, empresarios colombianos como Bruce Mac Master, prefirieron quedarse en casa, ausentes de la reciente Cumbre de la CELAC en China.
No solo perdieron una oportunidad valiosa para abrir puertas al comercio exterior, sino que además activaron todos sus mecanismos de presión interna para frenar reformas sociales impulsadas por el actual gobierno, como la restauración de derechos laborales que fueron arrebatados durante la era del uribismo.
Bruce Mac Master ha confundido su rol como líder gremial con el activismo politiquero.
En vez de pensar en cómo mejorar las condiciones productivas, generar empleo o ampliar mercados, se han dedicado a sabotear cualquier medida progresista del gobierno de turno, incluso si esta los beneficia.
El colmo de este comportamiento es que figuras políticas como Germán Vargas Lleras, aliado histórico de este sector empresarial, han llegado al extremo de enviar cartas – a través de su hermano – a congresistas republicanos en Estados Unidos pidiendo que no certifiquen a Colombia en la lucha contra el narcotráfico.
¿Con qué fin? Simplemente para golpear políticamente al presidente Petro, aunque ello implique afectar la imagen y los intereses del país entero.
Petro los ha llamado a dialogar
Esta actitud destructiva contrasta con los llamados permanentes al diálogo y la concertación que ha hecho el Gobierno Nacional. El presidente Petro ha invitado a los empresarios a sentarse en la mesa, a debatir, a construir consensos.
Sin embargo, la respuesta ha sido, en el mejor de los casos, la indiferencia y, en el peor, la traición. Parecen más comprometidos con sus ideologías ultraderechistas que con el crecimiento de Colombia.
Lo más irónico es que, a pesar de su resistencia política, muchos de estos empresarios están ganando más dinero gracias a las políticas del actual gobierno.
La economía crece, el empleo se recupera y sectores como la industria y la construcción muestran signos positivos. Pero eso no parece importarles. Prefieren perder negocios, bloquear reformas y erosionar la institucionalidad si eso les permite debilitar al gobierno de Petro.
Un ejemplo lamentable
Este comportamiento quedará registrado en la historia como un ejemplo lamentable de cómo algunos líderes empresariales abandonaron su función gremial para convertirse en activistas ideológicos.
Perdieron la oportunidad de contribuir al desarrollo del país, perdieron el respeto de sus afiliados y, lo más grave, pusieron en riesgo el bienestar colectivo por sus obsesiones políticas.
Colombia necesita empresarios que apuesten por el país, no que lo saboteen.