
En Colombia, realizar un ejercicio de observación de los medios de comunicación tradicionales permite evidenciar cómo se manipula la información y se difunden narrativas sesgadas.
La construcción de una percepción negativa sobre el presidente Gustavo Petro es una constante en noticieros y emisoras influyentes, lo que genera impactos en la opinión pública y en el clima social del país.
Esta estrategia mediática, sustentada en la repetición de mensajes hostiles, contribuye a la polarización y fomenta la intolerancia política.
Los casos de Caracol Noticias y Blu Radio
Uno de los ejemplos más notorios es Caracol Noticias, donde día tras día se presentan titulares y reportajes que menosprecian la gestión del mandatario.
Además de las noticias en sí, es recurrente la presencia de figuras políticas opositoras, como la congresista Jenifer Pedraza, quien utiliza estos espacios para difundir información tendenciosa y favorecer a otros actores políticos como Sergio Fajardo y Claudia López.
La insistencia en destacar fallos y errores del gobierno sin equilibrar la balanza con sus logros genera una percepción de caos y debilidad institucional.
En el ámbito radial, Blu Radio sobresale como una emisora donde el tono de las intervenciones refleja un profundo rechazo hacia el presidente.
La construcción de la imagen de Petro como un líder incapaz, con supuestos problemas de adicción y falencias para gobernar, se repite hasta el cansancio.
Este tipo de discurso, más que informar, busca moldear la opinión de los oyentes y afianzar prejuicios ya existentes en un sector de la sociedad colombiana.
Siempre hago el ejercicio de ver varios medios de comunicación durante un rato para entender cómo mueven las mentiras y manipulación. Hoy, por ejemplo, en Caracol Noticias hablaron pestes de Petro todo el rato que los vi. Llevaron a la congresista Pedraza a decir mentiras y hacer… pic.twitter.com/KG7VmmWJy8
— Alejo Vergel (@YoAlejoV) February 24, 2025
El impacto de estas narrativas no es menor.
La repetición constante de mensajes negativos tiene un efecto en la manera en que la población percibe la realidad política del país. En un contexto donde las redes sociales amplifican estos discursos, el resultado es una radicalización de posturas y un incremento en la intolerancia.
Es común escuchar a ciudadanos que, sin mayor análisis crítico, replican estas acusaciones como verdades absolutas, construyendo un clima de odio que puede derivar en violencia.
Esta estrategia no es nueva en Colombia.
Durante años, los medios han jugado un papel determinante en la construcción de enemigos públicos. Petro, como líder de una corriente política alternativa al tradicionalismo, representa una amenaza para los intereses de quienes han controlado el poder económico y político.
La demonización de su figura no es un fenómeno aislado, sino parte de una maquinaria de desinformación bien estructurada.
El peligro de esta manipulación mediática radica en sus consecuencias.
La estigmatización del presidente ha llevado a que un sector de la población justifique discursos violentos en su contra. No es extraño encontrar comentarios que piden su destitución o incluso su muerte, alentados por el odio sembrado desde los grandes medios.
Esta hostilidad mediática recuerda las estrategias de desprestigio utilizadas en el pasado contra líderes de izquierda en América Latina, que en muchos casos terminaron en persecuciones, golpes de Estado o incluso asesinatos.
El desafío de la sociedad colombiana es desarrollar un pensamiento crítico frente a la información que consumen.
No se trata de aceptar ciegamente todo lo que dice el gobierno, sino de cuestionar la manera en que los medios construyen la realidad. Es fundamental diversificar las fuentes de información y contrastar versiones antes de formar una opinión definitiva.
De lo contrario, el país seguirá atrapado en una espiral de desinformación y odio, que lejos de contribuir a la construcción de una democracia saludable, la debilita y la expone a riesgos graves.
La prensa tiene un papel fundamental en la democracia, pero cuando actúa con sesgo y sin ética, se convierte en un arma peligrosa. El periodismo debería aspirar a la objetividad y al servicio de la verdad, no a la manipulación de la opinión pública para favorecer intereses particulares.
La ciudadanía, por su parte, debe asumir un rol activo en la defensa de la información veraz, porque solo así se podrá frenar la maquinaria del odio que hoy amenaza la estabilidad del país.