(Informe Especial).
Como es natural, Juan Manuel Santos ha cambiado y Óscar Iván Zuluaga tampoco es el mismo candidato que participó en la primera vuelta de las elecciones presidenciales colombianas, que se celebró el pasado 25 de mayo. Y el primero de los dos debates previstos antes de los comicios del próximo 15 de junio, que se celebró en la noche del jueves 5 de junio, lo dejó bien claro. Aunque también evidenció los límites de los esfuerzos de ambos por reinventarse.
Zuluaga, el candidato del Centro Democrático que antes de la primera vuelta había prometido suspender los diálogos con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, apenas llegara a la presidencia, no tuvo por ejemplo empacho en afirmar que sus convicciones siempre habían estado del lado de una paz negociada.
«Pero con condiciones», insistió, tal y como ha venido haciendo desde que una alianza con la excandidata conservadora, Marta Lucía Ramírez, lo llevara a suavizar su posición con respecto al diálogo.
Y no llegó al extremo de reconocer públicamente la existencia de un conflicto interno armado, que fue por donde empezó a romperse la relación de Santos con su antiguo valedor: el expresidente Álvaro Uribe, quien ahora apoya a Zuluaga.
Aunque siempre quedará la duda de qué podría haber pasado si el canal Caracol no hubiera decidido cortar la discusión en el momento más interesante del debate para pasar a comerciales.
La paz, y lo demás.
El mandatario, que aspira a la reelección por la coalición Unidad Nacional, siguió haciendo del tema de la paz el principal argumento para su candidatura, sugiriendo que las condiciones propuestas por Zuluaga no eran sino una forma de acabar con los diálogos.
Aunque el candidato del Centro Democrático se cuidó de concentrarse en el tipo de demandas que más eco tienen en la población colombiana.
Esta vez, sin embargo, Santos optó por presentar la paz como algo más que un fin en sí mismo.
Y eso le permitió vincularla más naturalmente con sus propuestas en materia de salud, empleo y educación y, a partir de ahí, dedicar más tiempo a defender el récord de su gobierno, algo en lo que claramente falló durante la primera mitad de la campaña.
Luego estuvieron además las pequeñas diferencias tácticas.
En esta oportunidad, por ejemplo, Santos optó por atacar más directamente a Zuluaga y su récord como exministro de Hacienda, en lugar de arremeter contra el espectro de Uribe, como había parecido durante parte de la campaña.
Mientras que el candidato del Centro Democrático, quien ha venido haciendo un esfuerzo por mostrar independencia frente a su influyente mentor, esta vez no exhibió la cadencia y acento que parecía haberle tomado prestada para anteriores debates.
¿Detalles decisivos?
Más allá de esos matices, sin embargo, los colombianos que sintonizaron el «Gran Debate» auspiciado por el canal Caracol no fueron testigos de mayores sorpresas.
Aunque, en una carrera tan cerrada no hay que desestimar la importancia de los pequeños detalles.
Santos, por ejemplo, parecía nervioso al principio, incluso dubitativo, pero fue agarrando confianza con el paso del tiempo y se le vio particularmente cómodo desmintiendo o corrigiendo a su adversario desde lo alto de su experiencia como presidente.
Zuluaga, por su parte, siempre sonó asertivo y convencido de sus planteamientos. Pero se veía tenso e incómodo cuando la cámara lo enfocaba durante los ataques de Santos.
Y, como suele suceder, una vez concluido el debate los partidarios de uno y otro declararon a su respectivo favorito como «el claro ganador» en los medios y a través de las redes sociales.
Dos encuestas publicadas poco antes del debate, sin embargo, sugerían un «empate técnico» entre los dos candidatos.
Y probablemente esa también sea la mejor forma de describir el resultado de este primer debate.
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