El padre Francisco de Roux , provincial de los Jesuitas en el país, es una de las personas que más conoce el drama de las víctimas del conflicto armado. Fue director del Cinep y ex director del Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio. Desde que se conoce su trabajo en pro del desarrollo y la paz, siempre ha mantenido una posición esperanzadora de parar la guerra por la vía del diálogo y la movilización ciudadana. En entrevista concedida a la agencia de noticias Colprensa, Francisco de Roux, da a conocer su punto de vista sobre el tema, a muy pocas horas de que las Farc liberen a 10 uniformados en la víspera de la Semana Santa.
A propósito de las liberaciones, se refirió al tema.
COLPRENSA: ¿Qué hechos significativos ve usted en este momento en el conflicto colombiano?
DE ROUX: «Veo dos hechos dolorosos en los que mueren jóvenes, 11 del Ejército y 33 de las Farc, en el departamento de Arauca. Veo también un hecho esperanzador y ambiguo: las Farc, sin dejar la guerra, liberan los primeros de los diez militares que mantienen secuestrados».
¿Qué lectura le merecen estos hechos?
«Son acontecimientos propios de la guerra atroz, injusta con el pueblo y sin sentido, que hay en Colombia. Guerra que va a continuar por largo tiempo, con muchos muertos, si no cambiamos la forma de entender el asunto y de enfrentarlo».
¿A qué se refiere cuando dice cambiar la forma de entender y de enfrentar las cosas?
«A que hay que parar la guerra. Pararla desde todos los lados. Una vez parada, empezar a construir los elementos que permiten solucionar los conflictos sin matarnos».
¿Qué entiende usted por parar la guerra?
«Terminar con los secuestros y liberar a todos, acabar el tema de los desaparecidos, levantar las minas antipersonal, terminar con los falsos positivos, detener todo lo que se parezca a paramilitares, finalizar las masacres y los desplazamientos. Acabar con los ataques y emboscadas de lado y lado, terminar con los morteros de las Farc y los bombardeos del Ejército, etc».
¿No cree que esté usted pidiendo un imposible?
«No. Muchos son los casos en la historia en que se ha parado la guerra».
¿No cree que pone a las Fuerzas Armadas en el mismo nivel que la guerrilla?
«Distingo. Institucionalmente el nivel de las dos partes es muy distinto. La guerrilla ha tomado las armas contra el Estado. El Ejército actúa en legitimidad institucional desde el Estado con la obligación de defenderlo. Pero intencionalmente el nivel es igual. Ambos actúan para destruir al otro. Convencidos que el otro tiene que acabarse. Dispuestos a morir con tal que el otro muera. Es la ética de la guerra. Son héroes los soldados y hay un frente guerrillero que se llama ‘Héroes de Santa Rosa'».
¿Pero la idea es que unos obran por el bien y los otros obran por el mal?
«No lo veo así. Ambos están atrapados en la guerra. Y la guerra es mala. Y por ser mala de ella no puede salir el bien. La guerra daña y pervierte y envenena todo lo que toca. La guerra daña los campos, destruye las comunidades, acaba las empresas. La guerra distorsiona la verdad, la guerra vacía la gobernabilidad de los pueblos, hace imposible el ejercicio de la justicia, desbarata desde dentro a los políticos, daña a las personas que se meten en ella, pone a un lado la grandeza del ser humano».
¿Usted parece que ve todo el país dañado por el conflicto?
«Mire, Colombia está en guerra. La guerra nos ha tragado a todos a diversos niveles y nos ha hecho daño a todos. Nos ha polarizado. Nos ha llevado a la crisis humanitaria que vivimos».
Pero usted mezcla las cosas, una cosa es tomar las armas, otra confrontar ideas?
«Cuando hay una guerra como la colombiana no solo se mata con las armas, se asesina la dignidad de las personas, se comete el crimen ético contra el carácter del otro, se odia, se excluye, se señala. Se ha contaminado toda la sociedad. Por eso la lucha legítima de la tierra para los campesinos, de los desempleados por trabajo, de los estudiantes por la formación, de los ciudadanos por seguridad, queda atravesada por el odio de lado y lado, por el sentimiento de que el otro es una amenaza. La guerra queda en el interior de cada uno de nosotros. La posibilidad de ver al ser humano en el otro, de respetarlo, de escucharlo, desaparece».
¿Pero no es más razonable aceptar que el conflicto se da entre los combatientes y que se debe hacer con el Derecho Internacional Humanitario, (DIH)?
«Pretender que eso sea lo razonable es pasar por alto la ‘racionalidad’ de una guerra irregular, cruel e injusta como la colombiana. Estamos ante el caso de la guerra prolongada y sin solución que termina por dañarlo todo. Y una vez dañado todo quedamos en ‘la guerra donde todo vale’. Valen los secuestros, los falsos positivos, las extorsiones, las chuzadas, las minas antipersonal, los desplazamientos, el uso de la coca para financiarse, los paramilitares. Valen las desmovilizaciones aparentes o falsas junto con las verdaderas, vale la entrega de secuestrados como acción política en medio de la guerra, porque todo lleva la racionalidad de la guerra, el oportunismo de la guerra, la incertidumbre de la guerra. Se trata de confundir al enemigo, de emboscarlo, de desprestigiarlo, de confundirlo, de vencerlo, de señalar a los que son del otro bando».
Pero puestas las cosas así, usted nos deja sin salida?
«Al contrario, lo que queda claro es que todos tenemos que movilizarnos hacia la paz y salirnos de esta guerra. Que hay que parar la guerra, y ponernos a construir las condiciones de la convivencia. Parar la guerra tienen que hacerlo los enemigos. Entre los que se están matando. Crear las condiciones de la paz tenemos que intentarlo entre todos. De esta creación todos somos responsables y a ella todos tenemos que aportar y en esta responsabilidad colectiva nadie tiene que ser excluido, ni amenazado, ni secuestrado, ni asesinado, ni excluido o segregado por sus ideas».
¿Por dónde cree usted que debería empezar esta salida de la guerra?
«Veo pasos distintos. Que se pare la guerra y todas las cosas que valen en la guerra. Que se inicien conversaciones preliminares entre el gobierno incluidos los militares y la guerrilla, de manera discreta y mejor fuera del país. Que ambos lados escuchen a las comunidades campesinas, indígenas y afrocolombianas que han sufrido la guerra de lado y lado y que claman con autoridad a todos que paren la guerra y que se camine en otra dirección. Que todos contribuyamos a que tanto la ley de víctimas como la ley de tierras no sufran modificaciones que les quiten los dientes, y que nos pongamos a apoyar los cambios estructurales que debe hacer el país una vez parada la guerra para que la vida con dignidad de todos sea posible. Y que en cada uno de nosotros haya una decisión clara de liberarnos de la guerra que se nos ha metido interiormente para que podamos vernos simplemente como seres humanos. Todo esto es posible si tenemos el coraje y la humildad de pedir la ayuda de Dios al tiempo que hacemos todo lo que esté en nuestras manos».
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FRANCISCO DE ROUX es un sacerdote jesuita, ampliamente conocido en los círculos sociales, políticos, sindicales y campesinos de Barrancabermeja y del Magdalena Medio como quiera que vivió en esta ciudad durante 15 años como director del Programa de Desarrollo y paz del Magdalena Medio. Actualmente es el provincial de los Jesuitas en Colombia. / Entrevista concedida a la agencia de noticias COLPRENSA de Bogotá.
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