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Líderes de la OFP estuvieron de gira por España y denunciaron que «no todo es color de rosa» en nuestra ciudad.

ofpLa señora, Gloria Amparo Suárez, coordinadora de la Organización Femenina Popular (OFP), en compañía de varias líderes estuvieron la semana pasada de visita en España conmemorando los 40 años de esta asociación, considerada la más importante ONG de Barrancabermeja, reconocida a nivel nacional e internacional. Allá, en el viejo continente, las líderes de la OFP manifestaron que «quieren vender hacia fuera un discurso, unas leyes, una democracia y una Colombia en ‘postconflicto’, en la que se puede invertir, pero no se muestran realmente todas las condiciones de inseguridad y violencia que aún siguen dándose en el país y en la región».

«HAN MATADO A COMPAÑERAS PERO NO A NUESTRAS ESPERANZAS».
Gloria Amparo Suárez, coordinadora de la Organización Femenina Popular, Colombia, estuvo de visita en España precisamente el año en el que se cumplen 40 años de su creación.
 
La OFP se define como un proceso organizativo, social y político de mujeres, basado en los principios de civilidad y autonomía. En los 90 comenzó a expandirse desde Barrancabermeja, donde se inició el proyecto, a cinco localidades de la región Magdalena Medio.
 
Gloria Amparo aterrizó en España para iniciar una gira durante un mes por distintos puntos de la geografía española:
VALENCIA (donde está la delegación en España de la OFP), y en las ciudades de BARCELONA, LOGROÑO, BILBAO, ALICANTE y MADRID.   Dictó numerosas conferencias en ese país y se reunió con varios grupos de mujeres; incluso pudo reunirse con parlamentarios de las Cortes Valencianas y Catalanas para darles a conocer la situación que viven las mujeres en Colombia y particularmente en la ciudad de Barrancabermeja.
 
La coordinadora de la OFP, Gloria Amparo Suárez, presentó en España un vídeo repleto de testimonios de mujeres que han perdido sus tierras y sus familiares a causa del conflicto armado, pero aún les queda algo, tal como asegura la directora de la OFP Yolanda Becerra: «nos han matado muchas personas pero no nos han matado la esperanza».
 
Gloria Amparo destacó los 3 ejes que se han trabajado durante estos 40 años de historia de su organización: La Autonomía, la Civilidad y la Resistencia.
 
Con el conflicto armado, siempre de fondo, denuncia la situación de violencia sexual que viven las mujeres en Barrancabermeja y el Magdalena Medio, así como las actividades que realiza la OFP para luchar contra ella a través de talleres terapéuticos, formación en derechos, visibilización social del problema, atención psicosocial, atención jurídica y talleres educativos a jóvenes, entre otros.

 
— ¿Cuál es la situación de las mujeres colombianas y concretamente de las mujeres de su región?
 
— «La situación de las mujeres allí es compleja y difícil. Tenemos niveles altísimos de violencia de género, y además todo ello está atravesado por la violencia que genera la guerra, el conflicto armado colombiano. Como consecuencia de esta relación, se dan situaciones de doble poder, de machismo … Es al fin y al cabo una forma de control sobre las mujeres».
 
Además se da la situación de los procesos de organización que viven los colectivos de mujeres. En general en Colombia hay muchas organizaciones de mujeres que lideran procesos, que participan en la vida pública y que denuncian situaciones de violencia contra las mujeres, y esto provoca una situación aún más difícil para nosotras.
 
La OFP ha tenido 148 casos de violencia en diferentes momentos desde 2001. Han asesinado a dos compañeras y un compañero, tenemos una compañera exiliada y muchas desplazadas (muchas mujeres han tenido que salir de Barrancabermeja por amenazas contra su vida o las de miembros de su familia), muchas mujeres han perdido a sus hijos o sus compañeros a causa de la guerra…
 
A pesar de esta situación el Estado quiere mostrar un país que está en postconflicto, pero realmente en las regiones vivimos una situación de control social económico y político por parte de los paramilitares. Estos actores armados hacen uso de los cuerpos de las mujeres como botín de guerra y como forma de agredir al enemigo. En 2011 hubo 220 casos de violencia sexual en la región de Magdalena Medio, lo cual nos preocupa muchísimo. En el último mes hemos recibido más de 17 denuncias de mujeres que han sufrido violencia, han asesinado ya a dos mujeres en la región y hay también mujeres desaparecidas.

 
— Uno de los principales problemas de las mujeres en Colombia (así como en casi todos los países del mundo) es el acceso a la tierra por parte de las mujeres. ¿Qué política de actuación tiene la OFP en cuanto a la restitución de tierras en Colombia y qué logros se han obtenido?
 
— «Dentro de la dinámica de la OFP hemos seguido siempre la opción de no salir de nuestros territorios en defensa de la tierra. Somos parte de esa realidad de Colombia y de muchos países donde las mujeres somos las que menos posibilidades tenemos de acceso a la tierra. Normalmente no hay títulos de las tierras y si los hay están a nombre de sus compañeros. Es muy difícil tener una posibilidad de reconocimiento de esa propiedad. El Estado acaba de sacar una ley de víctimas y restitución de tierras, pero para las mujeres es muy difícil acceder a la propiedad de las tierras, porque no hay titulación y porque el actor armado sigue dentro de los territorios. Las mujeres no van a ir a vivir donde su vecino es el paramilitar que asesinó a su compañero o que la sacó de sus tierras. No hay una garantía».
 
La OPF trabaja en la difusión de esta ley, que no conoce la población, con el fin de defender el territorio, la tierra y la no militarización de las mismas.

 
— ¿Cómo es la vida de las mujeres campesinas en Colombia y concretamente en Barrancabermeja? ¿Cómo es su jornada laboral, qué necesidades tienen?
 
— «La vida de las mujeres campesinas es muy difícil teniendo en cuenta que son muy pocas las que quedan en sus tierras, porque muchas personas campesinas han sido desplazados de su territorio (en Colombia hay 5 millones de desplazados, el 70% son mujeres).
 
Muchas de las mujeres campesinas han ido a las ciudades, lo cual complica mucho más sus vidas porque no están capacitadas para tener otro tipo de trabajo que no sea trabajar la tierra. No hay formación que les permita acceder a otro tipo de trabajo».
 
Las campesinas que no han sido desplazadas también viven una situación complicada, puesto que están en medio de los actores armados que van de paso por las zonas y que ponen sus reglas: a muchas les quitan la tierra y las ponen a cocinar, a otras les quitan sus animales, a otras les acusan de ser auxiliadoras del enemigo.
 
Por otro lado, no hay vías de comunicación que permita a las mujeres campesinas sacar sus productos a la venta. Las vías de comunicación son también clave en su salud: el hospital más cercano puede estar a más de 4 horas, por lo que muchas acaban dando a luz en medio del camino o muriendo en el parto.
 
Tenemos un país rico pero desgraciadamente se está entregando a las multinacionales.

 
— A propósito de esto, ¿cuál es el impacto de las multinacionales en la vida de las mujeres y en el uso que éstas hacen de los recursos?
 
— «El impacto es importante en cuanto a la generación de empobrecimiento que se está dando. Las negociaciones entre las multinacionales y el Estado retribuyen muy poco a las comunidades en las que trabajan. Normalmente cuando una multinacional se va a asentar en una zona, antes llegan los paramilitares y hacen todo el desalojo y despojo de las tierras, generando desplazamientos masivos. Además, empiezan a meter maquinaria que dañan el medio ambiente, contaminan ríos, acaban con la flora y fauna de cada lugar».
 
Además en las zonas donde se han implantado las multinacionales, sobre todo las dedicadas a la minería, es donde más se agudiza el conflicto armado. En esas zonas mineras hay más violencia contra las mujeres y donde más desplazamientos de la población y más desapariciones se dan.

 
— ¿Cuáles son las principales violaciones de Derechos Humanos o abusos que cometen estas multinacionales sobre todo en cuanto a la vida de las mujeres?
 
— «Las multinacionales patrocinan a los actores armados (grupos paramilitares), con lo que están patrocinando la guerra. Además contribuyen a la expropiación de estas tierras y al daño del medio ambiente».
 
En cuanto a cómo afecta concretamente a las mujeres, las multinacionales llegan con su personal a trabajar y las empresas contratistas comienzan a introducirse en las comunidades, disparándose los niveles de prostitución, ya que muchas mujeres y niñas ven en esta forma de vida la única solución a sus necesidades. A las mujeres se le ofrece como fuente de trabajo el servicio doméstico a los obreros, o bien barrer calles y similares. Son trabajos en condiciones de indignidad, que pisotean la dignidad de las mujeres. Además las retribuciones a las mujeres son claramente inferiores de las de los hombres.
 
Todo ello además se ve agravado por el conflicto armado, ya que el actor armado está controlando las vidas de las mujeres: quién entra, quién sale, qué hacen, si pertenece a una asociación, si participa en la sociedad civil …

 
— Visto desde fuera, se ha vendido la imagen de que se ha terminado el conflicto. ¿Usted ve cerca la paz?
 
— «Realmente no. Consideramos que no hay una voluntad política real por parte del Estado. Se vienen dando algunos pasos y nosotras participamos en ellos desde el Movimiento social de mujeres contra la guerra y por la paz (del que forma parte la OFP y en el que hay agrupadas más de 50 organizaciones a nivel nacional). Desde la OFP creemos en una paz con salidas políticas negociadas. Sin embargo, cada día vemos que continúa la inversión en lo militar, vemos a un presidente que dice que tiene la llave de la paz en el bolsillo y puede acabar con el conflicto cuando él quiera. Esto implica que haya más guerra y más conflicto.
 
Se vende hacia fuera un discurso, unas leyes, una democracia y un país en postconflicto, en el que se puede invertir … pero no se muestran realmente todas las condiciones de inseguridad que aún siguen dándose en Colombia. Nosotras creemos que la paz va mucho más allá de acallar las balas. La paz debe conllevar una transformación social estructural, unas condiciones dignas de posibilidades y de libertades, de respeto a defensores y defensoras de Derechos Humanos, y todo esto hoy por hoy no existe en Colombia.

 
— En cuanto a la agenda de las mujeres, ¿es posible armar una agenda política transnacional entre las mujeres de toda Latinoamérica?
 
— «Desde el Movimiento Social de Mujeres contra la Guerra es nuestra apuesta. Estamos en esta construcción de agenda de paz y consideramos que las mujeres tenemos mucho que decir en relación a la paz que queremos, porque somos la mayoría de las víctimas y las que hemos puesto los muertos. Estamos en esta construcción y creemos en todo lo que significa unidad, construcción de redes, de tejido social».
 
Creo que es posible armar esta agenda común transnacional porque hay muchos movimientos de mujeres a nivel latinoamericano implicados en esto. En 2010 hicimos un encuentro de mujeres de los pueblos de las Américas en contra de la militarización; acudieron más de 5.000 personas a Barrancabermeja, personas de México, Nicaragua, Honduras, Brasil, Ecuador, etc. Durante esos días trabajamos en cómo íbamos aunando todas las apuestas por la vida, cómo trabajar una agenda común de paz para la región.

— En todo su discurso la palabra resistencia es clave, se repite continuamente. ¿Cómo resiste usted al patriarcado, a la violencia y a las crisis, que afectan sobre todo a mujeres, niños y niñas?
 
— «La resistencia no es fácil. Hemos puesto costos de vida y de muchas más cosas. La resistencia es terquedad, es capacidad de soñar, de creer que es posible un mundo diferente, de saber que nos han quitado muchas cosas pero nos queda la esperanza, que no nos la van a quitar. Seguimos siendo tercas en un territorio donde cada día se ensañan más en cerrarnos y mostrarnos que la violencia es la salida. Sin embargo, como mujeres que parimos, que forjamos vida en cada uno de los espacios en los que estamos (públicos o privados) siempre estamos construyendo.
 
La resistencia es fundamental y el día que sintamos que ya no se puede hacer nada, se habrá acabado el monstruo de la guerra, que cada día nos atrapa más. Somos unas convencidas de que todo ello merece la pena y que hay que seguir construyendo, no solas, sino tejiendo redes con otras y otros, para construir un tejido social que nos permita ver un mañana diferente».
 
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ENTREVISTA A GLORIA AMPARO SUAREZ CONCEDIDA AL PORTAL «FEMINICIDIO» DE ESPAÑA / Mayo de 2012.
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