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Poco concurrido el sepelio de Pacheco.

Por: Guillermo Romero Salamanca.

En una entrevista que le realicé para Colprensa, le pregunté a Fernando González-Pacheco Castro, en su cumbre de fama y popularidad. ¿Cómo se imagina a su entierro? Y contestó: me imagino a unas viejitas llorando, uno que otro despistado y tres borrachitos cantando «Ya tengo ya la casita».

El hombre más popular de la televisión colombiana, el que hizo los concursos más famosos, el maestro de ceremonias de los reinados de belleza, el que no tenía voz para cantar pero que a la gente le gustaba escuchar, el ser humano que hizo centenares de campañas sociales, que era tan popular que cuando se quitó el bigote le dieron un millón de pesos y fue primera plana de los periódicos, fue despedido el pasado 13 de febrero del 2014 por un puñado de amigos, unos cuantos periodistas, una decena de actores, 20 señoras de Provida, unos cuantos músicos y un centenar de seguidores que lo vieron en ‘Animalandia’, ‘Compre la orquesta’, ‘Alcance la estrella’, ‘¿Quiere Cacao?’ o ‘El Viejo’.

Como diría el magistrado y emperador griego Plutarco, «hacer beneficios a un ingrato es lo mismo que perfumar a un muerto».

Unos escuetos informes en los canales de televisión, unas pocas placas fotográficas, unos mensajes de twitter del mandatario de la nación y uno que otro comentario se vieron en los medios de comunicación.

A las ocho de la mañana, en la funerariaGaviria, la soledad acompañaba al hombre que fue portada de todas las revistas del espectáculo, al presentador de noticias, al torero, al boxeador y al ser que amó a los niños, que jugaba con las personas y que tena una carcajada que sacudía salones.

 

Tuerquita, el payaso de Animalandia, el que le arrojaba agua o pasteles, el hijo de Pernito, fue uno de los primeros en aparecer en la sala. Doña Carmen González, quien lo conociera desde cuando era actor de ‘Yo y tú’ se lanzó a rezar un Rosario. Después fueron aparecieron actores como Fabio Camero, uno que otro periodista del espectáculo, el trompetista Adolfo Castro, César Rincón, el locutor Manollo Bellón y 20 ancianitas de Provida.

En una carroza Mercedes azul oscura, fue llevado desde la calle 100 hasta la 71, a la capilla del Gimnasio Moderno y por el camino tímidos aplausos se escuchaban en el ruido de la calle. No hubo motos de la Policía, institución a la cual ayudó tantas veces, no hubo bandas, ni presencia oficial.

Allí iba Pacheco. Un bus con 25 personas le seguía el paso a la carroza y detrás una veintena de carros. A la misa llegaron unos cuantos que se «denominaron» amigos de él, pero que buscaban salir en las entrevistas de los cuatro canales que cubrieron el evento y que luego en minuto y treinta resumieron toda la vida del más grande presentador y animador de la televisión colombiana y que pasarán otros cien años para que exista al menos uno parecido.

Colombia no sabe lo que ha perdido. Ese ser que luchó por la paz del país, por la igualdad entre las personas, que contribuyó a decenas de obras sociales y que hizo millonarias a las cadenas de televisión.

Pacheco, no un adiós, es hasta siempre, porque seres como usted, difíciles de encontrar y a pesar de la ingratitud, seguirás siendo el inolvidable, el inmortal y el ser que hizo feliz a Colombia.

 

 

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GUILLERMO ROMERO SALAMANCA, periodista colombiano especializado en farándula y espectáculos, director de la revista Viernes Cultural.

 

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